En el fondo, no nos interesaría saber qué hay mas allá. Los sueños forman un compendio irónico, tergiversan nuestra realidad, la deforman a su antojo y los observamos impotentes al no poder controlarlos. Si ellos están en nuestra mente, y no los podemos supeditar, es posible que no seamos tan precisos y racionales como creemos. Y sabiendo eso, ¿por qué querríamos saber lo que se esconde mas allá? Quizá alguna fuerza mas poderosa. Quizá el amor.
Los sentimientos mas profundos no deben ser coercidos.
Y por una vez (de las pocas que valen la pena) no fue así:
Los dramas románticos suelen realizarse con una anomalía de base, que se encuentra en su propia catalogación: la gran mayoría de ellos son románticos dramas, no a la inversa. Carentes de adereza narrativa y constructiva de personajes, la acción se supedita a elementos adyacentes sin rigor.
Ward despliega un espectáculo visual fascinante y sobrecogedor, cargante y abstracto, pero del que decide no monopolizar. Construye las bases argumentales y solapa el destino de sus protagonistas para, en el momento álgido, cargarlos de dramatismo. "Ceteris paribus", dicho en latín a las constantes de los factores que puedan afectar al resultado del tema en cuestión.
Ese dramatismo toma forma en la muerte, instigadora del desorden mas absoluto, del mental y del corporal. Ella es capaz de decidir cual será el camino que te corresponde, según tu hado: el paisaje colorido, resplandeciente, armónico; el terreno tenebroso, petrificante, escatológico.
De nuevo el impresionismo reluce con gran fervor.
Cuando los caminos se entrecrucen, se elevará el sentido existencial mas poderoso: el amor. Que no viene precedido de la belleza, ni de las concesiones sentimentales. Es mas profundo aun. Mas que una simple caricia, un abrazo sin concepto: el descenso a los infiernos, a los lugares donde nadie debería estar, pero que muchos merecen, a rescatar a la persona que amas, a esa parte de ti que se murió cuando ella ya no estaba.
Si existe algún intermediario entre el cielo y el infierno, es algo que aun no sabremos. Pero la verdadera batalla, la que se libra a muerte, se encuentra dentro de nosotros mismos, en nuestra mente. Y somos libres de elegir hacia dónde vascular nuestros sueños.

La pregunta es sencilla, la respuesta no: ¿Cielo o Infierno?