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España España · Málaga
Voto de Nuño:
8
Drama Luis (Luis Bermejo), profesor de literatura en paro, trata de hacer realidad el último deseo de su hija Alicia (Lucía Pollán), una niña de 12 años enferma de cáncer terminal: tener el vestido oficial de la serie japonesa de dibujos animados "Mágical Girl Yukiko". El elevado precio del vestido llevará a Luis a intentar encontrar el dinero de forma desesperada cuando conoce a Bárbara (Bárbara Lennie), una atractiva joven casada que sufre ... [+]
17 de junio de 2017
28 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
1.
—Un primer vistazo apunta a Haneke; la factura glacial, el silencio haciendo angostos los espacios.
—Una escucha nos lleva a Tarantino, a su mejor versión; aquel de las impredecibles y feroces verborreas en bares y cafés; parlamentos desatados que eran, ante todo, el vaticinio de un golpe posterior.
—Una habitación que no veremos, y motivos y razones omisas, nos llevan a un terciopelo rojo bajo un lagarto negro, que, quién sabe, podría haber adornado el Club Silencio de Lynch.
—Hay una gélida soledad ambiental en la que juraría que uno oye como calla Antonioni.

Por suerte, Vermut no es sólo el misterio, el ritmo y la estética de ajenos. Su mundo, emergente aún, parece ser intransferible.

2.
"... la educación... ¡que es el pilar fundamental de toda sociedad crítica!"

Los dos personajes masculinos principales de 'Magical girl' son profesores. Ambos, por distintas causas, retirados de la docencia.

Damián, "cara-cerdo", "El Pitágoras", es burlado, al principio de la película, por Bárbara, una alumna que parece pasarse de lista. Luis, parado y en apuros, se aflige comprobando que le dan lo mismo por un manual de bricolaje que por las páginas de Cela.

En la cárcel, Damián ayudó a algunos reclusos a graduarse; intuimos que, profesor irredento, siguió siendo profeta fuera de su tierra. Bárbara, cuyo marido psiquiatra la mantiene con dosis bien medidas de medicación y dominación, tuvo un oscuro pasado en el mundo de la pornografía. Quizás de aquellos polvos, estos lodos de precariedad psicológica e imposibilidad de otra vía de subsistencia que no sea la manutención de su pareja.

'Magical girl' parece hacer, a su modo, un encomio de la Educación como única vía para alcanzar la libertad individual y una elegía del profesor sufrido, orador sin voz.

3.
"—Así somos los españoles, como las corridas de toros. ¿Y qué son las corridas de toros? La representación de la lucha entre el instinto y la técnica, entre la emoción y la razón. Tenemos que aceptar nuestros instintos y aprender a lidiar con ellos, para que no nos destruyan—".

Damián, adalid de esa culturización urgente de la España en crisis, no puede, como tantos, controlar su pasión. En este caso, esa pasión tiene su objeto en Bárbara [mata a Luis no por su presunta violación y su confesa extorsión, sino por puros celos al creer que ella se acostó deliberadamente con ese tipejo e, inferimos, no con él]. Luis, sabedor del valor de los libros, no puede mantener su integridad moral, su dignidad humana, si de alegrar los últimos instantes de su hija se trata, ya sea con algo tan ridículo como un disfraz de anime cotizado a precio de amatista.

Recuerdo, en este punto, el desenlace de otra película no tan (en mi opinión) afortunada, como es la 'Nymphomaniac' de Lars von Trier.

4.
—La mirada de Alicia, "Yukiko", desafiante, hacia una muerte que no por llegar antes de tiempo no era ya largamente esperada.
—El umbral del lagarto negro.
—Damián haciendo desaparecer los problemas de Bárbara, devolviendo ese gesto entre entrañable, misericordioso y bravucón del inicio de la película.

Veo, en estos instantes, momentos de Cine muy intenso.

5.
En ningún momento de 'Magical girl' comprende nadie los motivos, impulsos y necesidades reales de ningún otro personaje. Todos navegan en un marasmo de subterfugios, verdades veladas y convenientes disimulos.

Recuerda uno al Folantin de Joris-Karl Huysmans en 'A la deriva', cuando cita a Schopenhauer y exclama: "Lo que hay que hacer es dejarse ir a la deriva (...), cómo me equivoqué cuando quise modificar los hechos pasados, cuando quise ir al teatro, fumar algún buen cigarro, tomar tónicos y visitar a una mujer; cómo me equivoqué cuando dejé de ir a un mal restaurante para ir a otro no menos malo".

Cuánto se equivocó Luis, buscando, así, dinero para endulzar la vida claudicante de una hija que, por otro lado, no necesitó más que a su padre oyendo una dedicatoria en la radio.

Gracias.
Nuño
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