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Voto de Ellen Ripley:
6
5,9
73
Documental A ocho años de haber sido violada en una playa cercana a Santiago, una joven cineasta arma con decenas de vídeos-diario un caleidoscopio en el que aparecen las heridas del abuso, los re-victimizantes procesos judiciales y la amistad que la acompaña. Al revisitar estas imágenes surge un diálogo entre la luz y la oscuridad, mientras permanece la extrañeza ante el mundo. En ese viaje se desprende la pregunta: ¿Qué es en realidad una violación y cuándo termina?  [+]
10 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este documental de Carolina Moscoso, es una compilación de imágenes de archivo de la propia directora. En frases muy cortas y separadas por varios segundos se revela que, ocho años atrás, Carolina fue víctima de una violación. Narrativamente se cuenta todo el proceso que vivió la protagonista: la incómoda constatación de lesiones, la denuncia, la imprudente investigación, el reconocimiento del violador, las citaciones judiciales. En tanto, visualmente, el rol de las imágenes sirve para entender cómo sobrevivió Carolina -desde el punto de vista mental y emocional- a esa horrible y traumática experiencia.

Carolina grabó desde siempre. Su material de archivo recorre quince años de filmación con distintos aparatos; desde cámaras de celular a videocámaras más elaboradas. Todo sirvió para inmortalizar momentos simples y la cotidianidad de su día a día. Son esos mismos trozos de vida -aleatorios- los que forman el documental. No hay contexto en lo que se visualiza, pero es muy útil para establecer una leve idea de lo que pensó o sintió la protagonista.

Algunas de las secuencias son paisajes grabados desde un vehículo en movimiento. También hay varias reuniones con amigas y amigos, donde ríen y cantan alrededor de una fogata. Hay un parto muy feliz de una de las amigas cercanas de Carolina. Muchas experiencias son en la noche y la directora manifiesta que prefiere ocupar la función de “visión nocturna” que le ofrece su cámara. Las tomas de los encuentros de día son muy saturadas, casi blancas, pues la visión nocturna está activada casi de forma permanente. Esta vida en fragmentos es el escenario para exponer una de las atrocidades más crueles por las que puede pasar una mujer: la violación.

Carolina quedó marcada de por vida con lo que le sucedió. El proceso de la denuncia e investigación de su caso fue tan abrumador y doloroso que no pudo continuar con él para detener y condenar al culpable. Años más tarde, decidió pedir ayuda a un abogado y reabrir el expediente. Lamentablemente fracasó en su intento. El violador era menor de edad al momento del hecho y la causa prescribió por ese motivo. El consejo que le ofrecen es que busque la sanación por otra vía que no sea la judicial.

Al terminar el visionado de la película, principalmente, sentí rabia e impotencia. El estado debería poner mayor énfasis en la reparación de la salud mental de las víctimas de violación, pero ellas quedan solas y totalmente a la deriva. A Carolina nadie le indicó cómo sería el paso a paso del proceso de denuncia. Es más, la doctora que la examinó esa noche -en un principio- se negó a entregarle la pastilla del día después y argumentó “que estaba contra el aborto”; sólo fue la marcada insistencia de Carolina la que permitió que ella accediera -de mala gana- a pasarle el medicamento. Frente a esa situación tan violenta, Carolina decidió retirarse del centro médico y no se realizó el último examen que quedaba para completar la constatación física de la violación.

En el proceso de entrevistas con la fiscalía, los interrogadores tuvieron la osadía de consultar si ella “había tenido una actitud que provocara de alguna manera al agresor”. Ante esa impertinencia, Carolina, ya no acudió más a las citaciones judiciales de su caso. Fue en ese momento, que la víctima decidió dar un paso al costado y suspender toda acción del proceso. Ante los hechos, la causa quedó cerrada.

En estos ejemplos de ignorancia e insensibilidad, al tratar con una mujer violentada sexualmente, se constata que los organismos del estado no están capacitados para otorgar protección, contención y seguridad a las víctimas. Al menos no en esa época. Carolina tuvo que sanar sola, sin contar abiertamente lo que le sucedió; sólo las personas más cercanas -como sus padres y una amiga- supieron lo que ocurrió desde un comienzo.

Visión Nocturna es un testimonio de enorme valentía. Expone las falencias que existen frente a temas tan delicados y sensibles como lo es una violación. Carolina Moscoso exhibe su verdad, no como un trabajo de sanación, más bien como un ejemplo de sobrevivencia. Es necesario el visionado para difundir su contenido; para instalar el tema en la discusión diaria; para quitar el tabú y enfrentar la realidad. Que esta pieza documental sirva para que muchas personas, de diversas edades, amplíen la perspectiva sobre lo que puede causar la violencia de género. Una violación no termina en el delito en sí; termina cuando la víctima supera el trauma y eso puede costar años o toda la vida.
Ellen Ripley
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