Dura, muy dura. Tiene escenas viscerales y macabras a pesar de no tener casi ni una pizca de sangre ya que los enfermos torturadores no pretendían dejar ni un rastro. Es muy interesante como documento histórico, y uno realmente puede llegar a identificarse con el sufrido protagonista, el cual, a pesar de estar ante situaciones traumáticas, muestra un gran signo de humanidad y valentía en ciertos puntos de la película.
Al final se te queda una sensación un poco amarga al pensar en lo macabro y sanguinario que puede llegar a ser el humano alienado, neurótico y psicópata.
Es recomendable, pero no vayáis esperando ver una obra de numerosos saltos y vueltas. Es como una cámara realista que va enfocando lo interior de las cavernas y caminos de la dictadura coreana de aquel entonces, centrándose para ello en una historia de un individuo y de su sufrimiento.
Reconozco que en algunas ocasiones he apartado la mirada, lo cual es lo normal, pero no por ello digo que su visionado en general me haya resultado innecesario.