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Cuba Cuba · Guanabacoa
Voto de Kingo:
3
Thriller. Drama La vida de Erica Bain (Jodie Foster), una locutora de radio neoyorquina, da un giro dramático cuando una noche, en plena calle, ella y su prometido (Naveen Andrews) reciben una brutal paliza a raíz de la cual él muere. Incapaz de superar la tragedia, Erica sigue rondando la zona en la que los atacaron, buscando pistas que la lleven a los responsables. Un agente de policía (Terrence Howard) intuye sus intenciones y trata de evitar que se ... [+]
9 de marzo de 2008
21 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buenas noches, amigos de lo sobrenatural: decía Einstein que Dios no juega a los dados con el universo, pero a veces parece que ocurran cosas difíciles de explicar ¿como se extinguieron los dinosaurios? ¿quienes construyeron realmente las pirámides de Egipto? ¿por qué el frondoso bigote de Aznar se convirtió en el pubis de una vieja?... cuestiones todas ellas inabarcables para la lógica, pero que sucedieron. Igual que el extraño caso del cine Aribau, del que ahora les haré relación.

Finalizaba el 2007 cuando tres tipos -un tal Txarly, otro que se hacía llamar Grandine, y uno más que usaba el pseudónimo de Kingo-, decidieron entrar en ése cine convencidos de que verían una película de Jodie Foster de tiros y acción. Por los testimonios que tenemos, de varios camareros de la zona, casi que parecían normales. No estaban ebrios, no, lo que nos lleva a plantearnos la primera pregunta: ¿por qué tres tipos casi normales querrían ver algo que, con solo mirar el cartel ya se presupone una abominación?. Más extraño todavía: ¿por qué ninguno de ellos apagó el móvil al entrar en la sala? ¿imaginaban en su subconsciente lo que allí les pasaría? ¿Fué tan solo una casualidad?

Curioso el siguiente dato: una cámara de seguridad de la sala grabó unas imágenes, que se han negado a proporcionarnos pero que a mi me las han contado, en las que podemos ver a Grandine entrar en la sala comprobando que en su cartera lleva el DNI, a Txarly contando los pasos que le separan hasta la puerta de salida y oteando las puertas de emergencia, y al tal Kingo mirando a ambos con un gesto que puede ser interpretado como una sonrisa mefistofélica, aunque fuentes consultadas nos han asegurado que el tipo nunca supo sonreír.

Y, en cuanto se apagaron las luces, dió comienzo un enigma de nuestro tiempo, que se desarrolló -según las declaraciones de los cinco únicos espectadores que estaban con ellos en la sala-, al mismo tiempo que los fotogramas inundaban de luz y color la pantalla. La vorágine de los acontecimientos, se la explicaré después de la publicidad...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kingo
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