Supera a la otra versión de la batalla, sobre todo porque esta vez sí consigue una perfecta descripción de los personajes (extraordinario el señor Watanabe, y no menos colosal el tipo que interpreta al panadero, del cual no sé el nombre y no me apetece buscarlo).
Bellísima fotografía con un ejemplar uso de los contraluces, exquisita banda sonora, y quizás su punto más débil sea coincidente con el de la anterior: un mal empleo de los flash-back (en este caso, el del perro y el de la cena no hacen sino que romper el ritmo narrativo, de tan al final que están insertados), y un exceso de metraje que llega a conseguír momentos bastante aburridos.
No obstante, el mero hecho de ver una peli bélica yanquee en la que no se nos escenifica a sus soldados como ángeles de la guarda, y que muestra por fin a los japos o limones (como en tantísimas anteriores películas americanas sobre la II guerra se les denominaba) como simples seres humanos, y no como asesinos traicioneros que mientras te hacen una reverencia sonriendo te clavan una puñalada (el mensaje que transmite toda la anterior filmografía yanquee del conflicto), ya le hace merecer la pena.