Un clásico ineludible en la cinematografía chilena, de lo mejor de su director, para muchos el más importante maestro surgido del cine de ese país. Es una contundente mirada sobre la sociedad chilena, en particular sobre la realidad de la capital, Santiago, y sus habitantes como reflejo de un país. Inspirada en la obra de teatro homónima de Alejandro Sieveking, se centra en el errático deambular de sus cuatro personajes principales por diversos sectores de la ciudad y se siente como un memorable fresco de esos años, al mostrar tanto las convenciones sociales y diferencias de clase como los divertidos excesos de la vida nocturna y la juerga permanente; y es necesario elogiar lo bien capturado que está el ritmo de las conversaciones, esos diálogos tan ricos y agudos, incluso aquellos que en apariencia no revisten la menor importancia.

La forma en que esta estructurada la historia en "Tres tristes tigres", su cadencia, va en paralelo a la forma de ser de sus personajes, en su mezcla de patetismo y humor absurdo, en el impagable marco de un Santiago que en apariencia ya no existe, pero a la vez cuya esencia se conserva porfiadamente hoy mas allá de los muchos edificios ya derrumbados, locales cerrados y barrios modificados. El film es definitivamente una joya que nadie interesado en el cine chileno debería dejar de ver.