Thai Dragon es, simplemente, un espectáculo visual impresionante. Es una película para cualquiera que disfrute mínimamente de las artes marciales. Cuando pensabas que ya has visto todas los golpes y coreografías posibles, esta película no hace más que dejarte la boca abierta continuamente.

La pena es que su mayor cualidad es la única. Su guión es muy simple, aunque simpático, los personajes tópicos como el amigo simpático o la chica ni siquiera tienen un mínimo desarrollo... y es cierto que en ocasiones parece un videojuego. Su apartado técnico también es reseñable, hay un travelling hacia la mitad de la película, de unos cuatro minutos, que sólo por él merece la pena ver la película.

Y, al igual que en Ong Bak, los efectos especiales brillan por su ausencia en las escenas de lucha. O eso, o son los efectos perfectos, que es lo que vas a pensar cuando veas como se tira a un tio a una altura de 10 metros y atraviesa un techo de madera. Simplemente, no puedes creer que eso lo haga un especialista. Seguro que ha habido más de un hueso roto durante el rodaje.

La otra cosa a resaltar es la excelente actuación de su protagonista, Tony Jaa. No se limita a reproducir las coreografías ensayadas, las efectúa con una rabia y una furia, sobre todo a medida que va avanzando la película, que realmente te hace temer por la integridad de los demás actores.

Lo dicho, una película para un público concreto, y si perteneces a él seguro que pasas un muy buen rato.