Dejémonos de tonterias y hablemos con claridad. Que alguien tenga lo que hay que tener y lo diga de una vez. Casino Royal y luego Skyfall, son los dos mejores Bond nunca creados.

En mis años mozos yo iba a ver una peli de Bond y ya sabía lo que encontraría: mucha acción espectacular, malos malísimos, chicas como un tren, y un estribillo a todo volumen que te perseguia por toda la historia. Era un cóctel poco alterado en los sucesivos títulos, como ir al estanco a comer tu regaliz favorita buscando siempre el mismo sabor intenso, pero nunca quedabas saciado y al final sentias ese vacío de lo poco nutritivo.

Primero Martin Campbell y luego Sam Mendes han puesto vitaminas y proteínas al personaje y han convertido un mito en algo digno del Olimpo cinematográfico. Ya James Bond no es una marioneta al servicio de un esquema repetitivo. Ahora tiene alma, vida propia, se equivoca, sangra, está alcoholizado, y es incapaz de pasar unas pruebas para estar activo en el servicio. Además tiene un pasado con nombres y apellidos y una casa donde nació y vivió su niñez.

Adaptado a los tiempos que corren, desarticulado de todo ese estruendo y aparatosidad, surge el hombre preparado para matar, y también para morir. El hombre que esperamos nos conduzca por nuevas historias cargadas de acción y ahora sí, también de emoción. Y es que aunque esté un pasito por debajo de Casino Royale, es muy corto ese pasito, compensado con originalidad (técnica y argumental), y unas estupendas interpretaciones de su buen elenco protagonista.

Totalmente recomendable, aunque no raya la perfección por nimios detalles (Mendes no es Nolan, quien tiene por cerebro un cubo de Rubik difícil de igualar), esperamos con ansia las nuevas entregas, y que por favor, no tarden más de dos años como ésta en estrenarse. Son malos tiempos para dejar desempleado a un agente tan preparado, un 00 que necesita el mundo, y que el mundo lo necesita, aun 50 años después.