Mil novecientos ochenta y dos fue un buen año para la ciencia-ficción. Estrenaron Blade Runner, E.T., Tron, La cosa o Star Trek II: La ira de Khan. Diversos diarios, como El País, hablan que 1982 fue el año que cambió la ciencia-ficción. Y entre tanto buen título, tenemos este film minúsculo e independiente, fuera completamente de su época, con unos stop-motions más propios del cine mudo. Y es que Brett Piper es uno de esos cineastas de fondo de videoclub, como Olen Ray o Wynorski, un tipo de cineastas que no aspiran a estar en boca de todos y cuyo máximo logro es conseguir que sus pequeñas obras alcancen el mercado.

Un poster molón, lo mejor del filme. Una producción que deja a las grabaciones de bodas y primeras comuniones como superproducciones de Spielberg. Actores aficionados. Un guión con ciertas ínfulas, ya que adapta al espacio, nada más y nada menos, que a Julio Verne y su Isla Misteriosa. Una historia que con más medios podría ser hasta resultona. Pienso en el filme "El planeta de los dinosaurios"(1978), también de bajo presupuesto y con stop-motions, con el que comparte muchos planteamientos argumentales. Sin embargo, la precariedad económica de Mysterious Planet hace que verlo sea un trabajo duro, de documentación cinéfila ochentera. Pero en absoluto lo disfrutarán si piensan que es algo del estilo de Roger Corman.

Sólo para completistas, muy completistas, del inframundo de la serie Z ochentera.