Otra película sobre Japón desde el punto de vista estadounidense, como la paella de chorizo tan en boga por aquellos lares, autenticidad cero. Plagada de tópicos a cual más insultante: tradiciones y odios centenarios, honor de mediopelo, el típico palurdo yankee que, como siempre, acaba fascinando al sensei y beneficiándose a su hija, gente con katana hasta para ir al baño, peleas de kárate, niños tristes a los que adoptar, industriales desalmados, en fin, recuerda a la canción "Japón" de Mecano con sus rimas cutres. Así es el filme, cutre-salchichero. Puro garrafón.

Y eso que resulta evidente que bebe de ese gran clásico que es "Yakuza" (S.Pollack, 1974), donde, dentro de los tópicos, el tratamiento es mucho más inteligente y sus protagonistas fascinantes. Aquí sin embargo tenemos al gran Toshiro Mifune, que tendría que pagar facturas, transformado en una especie de power ranger ninja, lanzando estrellas, pinchos, disparando flechas y repartiendo con la katana; junto a él se encuentra un más que perdido Scott Glenn con un peinado horroroso de paje tipo Paquirrin que hace imposible que te tomes en serio al personaje. Y el malo es, para los nostálgicos, el actor que interpretaba a Lin Chung en la serie "La frontera azul", todo un lujazo. Incluso otro filme más reciente, titulado "Presa de la Secta" le da mil vueltas a esta medicoridad de Frankenheimer.

Como conclusión, este filme, como ya dijo otro contertulio, es la tipica pieza de viceoclub ochentero. De fácil digestión y rápido olvido.