Rememorando la canción de Manolo García y Quimi Portet en el grupo musical "Los burros", no puedo evitar una sonrisa con el nombre del villano: Humanón. Y cuando aparece en el filme, con un capirote rojo de Semana Santa con dos agujeros en la nariz y unas gafas de sol, en el interior del laboratorio, esa sonrisa aumenta.

Este segundo filme de Kalimán, el superhéroe por excelencia mexicano, se acerca más al mundo del cómic y a la novela pulp, con una aventura que encajaría más en las de otro héroe pulp, Doc Savage, el hombre de bronce. Tiene menos medios que el primero, pero lo suple con una fantaciencia de space-ópera y serial americano.

Un Mad doctor en la selva brasileña, experimentando con sujetos, como si fuese el Dr. Mengele, para crear esclavos humanos dóciles con cabezas trasplantadas. Un delirio bizarro. A ello se enfrentará Kalimán, ayudado por una chica voluptuosa, ligerita de ropa pero con velo - aparente contradicción como señala el niño Sorín - enfrentados a unos secuaces que nunca acaban de desmayarse. De las escenas de acción, hay que remarcar la larga secuencia del cementerio, bastante bien rodada, con interesantes planos y notables combates, patada arriba y abajo y golpes de kárate de fantasía.

Si se asume que el filme es una fantasía para adolescentes de aquellos años, con la sana ambición de divertir a los lectores de esos comics, la película resultará entretenida, como cualquier filme de Tarzán. Aventurillas y no más.