Extraño producto, que con un guión de lo más estúpido, encima pretende tomarse en serio. Pasamos de cine de terror a un alegato ecologista en toda regla, metiendo por en medio a la imperdonable extinción de los tilacinos-los lobos marsupiales- una barbaridad made in Australia y haciendo la equivalencia de que las autoridades-incluyendo a la reina británica, al Papado y a los yankees-decidieron dicha extinción para acabar con los hombre-lobo marsupiales. ¡Y yo pensaba que lo había visto todo!

En fin, un auténtico desvarío que pretende mantener el hilo conductor de sus predecesoras, que es la existencia de comunidades aisladas de licántropos que viven en paz y armonía con la naturaleza. Desgraciadamente en Australia, esta comunidad parece más bien una secta tóxica, con un líder que se beneficia a todas las hembras. Una de ellas escapará, y eso pondrá en la pista a las autoridades. Hombres-lobo marsupiales que, curiosamente, no son aborígenes, sino anglosajones. ¿No deberían ser aborígenes si son anteriores a la colonización? Tenemos una conspiración militar para exterminar a los hombres-lobo y dos investigadores, a cual más inútil, que se dedican a hace experimentos absurdos con ellos. Transformaciones bastante cutres, en momentos innecesarios, un humor negro involuntario que salpica toda la película, unos personajes bastante ridículos y ese hedor a ecologismo barato y comunión con la naturaleza que no tiene ningún sentido en una película de monstruos que se comen a la gente.

Hay una alarmante y evidente falta de medios, así el comando "Omega" que les persigue son dos desgraciados y los controles policiales se limitan a un solo coche. ¡Vaya crisis mundial! Momentos ridículos se desperdigan por todo el filme, alternando diálogos pretendidamente profundos, con unas monjas mujer-lobo, que ni Almodóvar en "Entre Tinieblas" o unos bailarines de ballet clásico dando saltitos mientras la bailarina principal se transforma en licántropa, algo muy de "Top Secret".

En fin. Para verla con una pinza en la nariz. Pero mejor que el espanto que la precedió.