Antes de parir esa pequeña joya del terror que es "No profanar el sueño de los muertos", Jorge Grau se atrevió con el tema del vampirismo y lo hizo adaptando de forma bastante fiel las claves del terror gótico que imperaban en aquel momento a pesar de estar ya bastante desgastadas desde el punto de vista artístico. Comparada con otras películas españolas del mismo estilo y la misma época, esta está más lograda: su aspecto general es más profesional, el guión es algo más profundo, el uso de la cámara y la iluminación, los decorados, los efectos especiales y demás, son bastante mejores que en la inmensa mayoría de las cintas que por aquel entonces hacían gente como Paul Naschy o Carlos Aured. Pero comparte con ellas un reparto que en su mayoría (salvo a Lola Gaos por su talento y a Ewa Aulin porque con lo buena que estaba le sobra para el papel que hace) está tan falto de talento como de entusiasmo, un ritmo bastante cansino y una tendencia a acumular tópicos mil veces vistos que al final hace que la cosa se quede a mitad de camino.
Salvable, por los pelos, por aquello de que en el país de los ciegos...