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Madagascar Madagascar · París, Texas
Voto de Hanshiro Tsugumo:
6
Drama Kinski pensaba que había tenido experiencias similares en su vida a las que tuvo Niccolo Paganini 'El Diablo del Violín', quien hizo caer a la Europa del siglo XIX en un frenesí musical, y a través de cuya personalidad Kinski ofrece una profunda y sincera visión de su propia vida: una vida llena de extremos. (FILMAFFINITY)
27 de julio de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kinski cumplió, dos años antes de morir, su sueño de realizar una película sobre (según él mismo) su alter ego Paganini. Una película que resulta una vorágine demencial de impulsos, un ser poseído delante y detrás de las cámaras, que se muestra a sí mismo pero con diferente identidad.

Rozando lo pornográfico, una maraña de imágenes sin nexo cronológico ni argumental aparente se suceden en compañía del incesante sonido de violín que impregna todo el metraje. Y es que el único diálogo que importa, el único discurso que destaca es el emitido por el propio violín que, incansable, recorre toda la vida de Paganini hasta el mismo final.

De entre el caos reinante, sobresalen tres escenas impresionantes. Una de ellas es la que sirve de introducción, de alguna manera, con un teatro a rebosar, con los palcos dorados brillando entre el tenebrismo reinante en toda la obra, con un Kinski que asoma o acaso se intuye entre las sombras. La otra, donde el maestro se detiene ante el niño que pide en la calle tocando el violín sin mucho éxito, colosal. Para terminar, el propio final, la agonía, el virtuosismo, la demencia, la psicosis; un demonio que llama a las puertas del infierno, siempre dentro del estilo tenebroso y barroco reinante. Todo está envuelto en un manto de oscuridad, solo sirve de guía la luz de una vela.
Hanshiro Tsugumo
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