Recuerdo el día de Navidad de 1914,
recuerdo el alto el fuego,
los partidos de fútbol,
recuerdo que entonces supe,
supe que no éramos malos,
que no amábamos las guerras,
que no amábamos las muertes.

Ver la guerra desde un punto de vista diferente, ajeno a todo lo que en un principio asociamos con la barbarie que ella significa. La amistad puede florecer en el más infertil de los campos. No basta con que alguien te obligue a odiar, el odio se puede alimentar, pero la bondad también.

Puede que la guerra te obligue a madurar, pero si de una cosa puedo estar seguro es de que los niños seguirán siendo niños.