Una gran historia tan intensa como triste que va más allá de la intolerancia religiosa, porque exterioriza los sentimientos más profundo de las mujeres que viven marginadas por un sector ultra-ortodoxo de la sociedad hebrea. Es una denuncia contundente y un llamado a rectificar conductas en bien de la sociedad y de la religión.

Muchas veces el fervor religioso llega al umbral del fanatismo donde se quiere imponer reglas y conductas de acuerdo a los que un grupo de lideres religiosos piensa que es lo correcto o la manera de actuar de sus seguidores, olvidando que los seres humanos somos libres pensadores (...) y que la fe es libertad en vez de cautiverio.