Las películas basadas en hechos reales predisponen al espectador a encontrar una historia, que aún siendo realista, muestra hitos sorprendentes, hazañas o peculiaridades poco comunes en nuestras vidas o la de nuestros vecinos. La verosimilitud debe por lo tanto ser una premisa inequívoca; de no ser así el espectador no admitirá la ficción.

Dicho esto, el epígrafe de "basado en hechos reales" es una mala publicidad, que se desmembra con cada personaje: el nerd que va a luchar a pecho descubierto contra un ejército, el matón manipulable, el matón intelectual... El personaje de Radcliffe está creado para su lucimiento personal, imposible aceptar que tal idiota va a cumplir tal hazaña, o quizás es que la actuación es tan pobre que cualquier análisis es innecesario.

Una película hollywoodiense, hecha para ese tipo de público que no necesita involucrarse o juzgar el producto, sino sencillamente pasar el rato.