Little Voice es la serie más cursi que he visto en años y todo atufa desde los dos primeros minutos con ella escribiendo la letra de las canciones.

Es una serie repipi donde los personajes se enamoran a los dos minutos con frases tan ridículas como “Don’t let me get between you and you” y donde imaginas que la protagonista tiene su habitación adornada con lucecitas en un cable y efectivamente es así.

Si tuviera que definir la serie es que es una serie de niña, creada para niñas de 12 años y que se tiran pedos que huelen a vainilla y los sobacos les huelen a barritas de incienso. Pero cuando crees que la serie es eso, una cosa adolescente de la eterna aspirante a cantante que cumple sus sueños en Nueva York llegan bromas adultas sobre mamadas en el baño y parece que se ha saltado de cadena.

Toda la serie es idealizada, almíbar y no apta para diabéticos y por ello recrean Nueva York como un lugar ideal y fantasioso en el que la gente cuenta fajos de billetes en el metro. Quiero decir, yo voy en Madrid con la mochila en mi pecho, las manos en el bolsillo y 16 ojos alrededor y aquí los protagonistas se pasan la renta y cuentan en mano.

Todo es tan irreal que hasta ensayan en trasteros donde normalmente se trafican drogas, o guardan asesinos en serie, uno edita videos y la otra escribe canciones que madre mía. Son todas compuestas por Sara Bareilles (The Waitress) pero son una reunión de tópicos tras otro.

Lo siento, no me ha gustado nada de nada