Alguna vez escuché decir a Carlos Reygadas (Batalla en el cielo, 2005) que gran parte del cine mexicano que él había visto hasta antes de convertirse en cineasta no era otra cosa que teatro filmado y que lo que él intentaba hacer con sus obras era algo más que sólo eso y aprovechar al máximo los recursos audiovisuales y tecnológicos que el cine brinda al creador para realizar la identidad de cada obra.

Particularmente, siempre me ha gustado el cine que se puede apreciar como teatro filmado por su estética casi didáctica y la expresión lúdica que, en conjunto, generan una atmósfera de intimidad que parece haber sido extirpada directamente de la mente del creador para impregnarla en el ánimo del espectador a semejanza de algo tangible como un dolor de muela, un escupitajo o un salpicón de sangre.

Volviendo a las palabras de Reygadas, el cine ofrece herramientas para perfeccionar la experiencia sí de creación, pero sobre todo de espectador, de engancharse a una realización casi perfecta de la intención del artista y donde su obra deja de ser un producto artesanal para convertirse en una verdadera ilusión de los sentidos.

Ladyworld es una obra de teatro no filmada, sino escrita para ser realizada en cine. todos los elementos narrativos y estéticos se fusionan en una pequeña historia de ingenua "supervivencia" tan visceral que ha de ser expresada con detalle, tacto y mesura gracias a diversas técnicas de sonido y música, actuaciones y danza, huecos o absurdos de lógica en la historia al mismo tiempo que discursos y diálogos directos y completamente elusivos a concretos pensamientos colectivos morales o éticos.