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España España · Alicante
Voto de Pabloody:
7
Ciencia ficción. Drama. Romance Casi nueve años después de su aclamadísima ópera prima, "Primer", Carruth vuelve a ponerse tras la cámara -y vuelve a ejercer de guionista, compositor y director de fotografía- para contar la historia de un hombre y una mujer que se atraen el uno al otro para verse enredados en el ciclo vital de un organismo inmortal. La identidad se vuelve una ilusión mientras luchan para unir los fragmentos perdidos de sus destrozadas vidas. (FILMAFFINITY) [+]
26 de diciembre de 2013
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sombra de Nolan sobrevuela el metraje de Upstream Color. Sería la película que haría un Nolan al que no le importase lo más mínimo fracasar en taquilla. En Memento u Origen, te hace jugar a un juego retorcido y complejo, pero se asegura de darte las instrucciones, Carruth no te dice ni a qué estáis jugando. No sólo te da el puzzle sin montar, sino que muchas piezas no están ni en la caja. El resultado es una experiencia extraña, fascinante y sobre todo retadora.

De vez en cuando da gusto que una película te trate no ya como a una persona inteligente sino que te proponga un desafío intelectual. El “problema” de la película (o del cine) es que no es un objeto estático, es un objeto temporal y fugaz que atraviesa al espectador, y cuando te quieres parar a analizarlo ya se ha desvanecido. Por ello una película como esta requiere varias incursiones. No se trata de que los acontecimientos carezcan de sentido y el espectador tenga que inventarse alegorías que le den uno. Se trata de que la historia está cubierta por un velo.

¿Está ocultando Carruth carencias como narrador entorpeciéndonos la visión? El climax final, por ejemplo, resulta anticlimático simplemente porque en un primer momento no se entiende qué está pasando exactamente. Una vez entendido todo (o casi), tras revisar la escena, da rabia que no se haya recurrido en momentos como ese a una mayor claridad expositiva para disfrutar de la historia cuando más emocionante es. Pero es el juego de Carruth y son sus reglas. Y está claro que la abstracción narrativa, la sensación de estar sumido en una ensoñación irreal, es una de las claves de la película y que seguramente esta historia contada de manera tradicional no funcionaria.

El velo que ha tejido Carruth no sólo está para no dejarnos ver, es un fin en sí mismo, pues resulta que Upstream Color es visualmente preciosa. Un viaje astral. Las texturas te golpean, la luz te acaricia. Carruth filma un apartamento como si fuese el Museo del Prado, el suelo como si fuesen Las Meninas. El sonido de una roca merece la atención de una partitura de Beethoven. Y desperezarse en la cama se convierte en un acto de pura belleza. Hay una gran atención a lo sensorial. Gran parte del metraje es mudo.

Personalmente amo cuando una película me coge de la mano y me cuenta la historia con sensaciones, con miradas, sin palabras. El cine es el arte de contar historias con imágenes. El de contar historias con palabras es otro. Las palabras merecen ser tratadas con mimo, que se usen cuando estén cargadas de significado, de contenido, de mensaje, de belleza, no como parloteo porque el director no es lo suficientemente hábil como para desarrollar una historia con imágenes y tienen que ser los personajes los que la cuenten.

Finalmente, y quizás por encima de todo, Upstream Color es una obra de pensamiento, no es casual que sea Walden, la obra clave del transcendentalismo, el libro elegido para jugar un papel icónico en la trama. Dentro de lo que le permite su profundo hermetismo, elegancia y minimalismo es una película hasta romántica e idealista. Todo gira en torno a la conexión entre seres, entre personas, e, inevitablemente, entre dos enamorados. Una pregunta parece emerger tímidamente: ¿Quizás nos enamoramos porque nuestras almas se han conectado en un mundo paralelo? ¿Importa eso? Lo que importa es que estando juntos no se sabe dónde empieza uno y acaba el otro, que cuando el peligro acecha el amor sea una fortaleza impenetrable. Como se muestra en dos secuencias consecutivas maravillosas de montaje prodigioso, que culminan en la imagen más hermosa del cine de 2013
Pabloody
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