Prejuicios fuera. Voy a desnudar mi alma, voy a volver atrás en el tiempo, más o menos unos quince años. Me visualizo delante de la televisión, observando mis dibujos animados antes de ir al colegio. Entre producciones como D'artacan y los tres mosqueperros, Los Fruitis o Dragon Ball, surgía una cosa nueva, original, al menos para mi. Cinco (aunque luego fueron seis) chavales se veían inmersos en una misión por salvar la tierra. Jason, Billy, Zack, Kimberly y Trini atendían a las órdenes de una especie de cabeza insertada en un tubo de cristal (Zordon), a quien le ayudaba un robot (Alpha 5) que siempre estaba corriendo de un lado para otro. Después llegó Tommy, el Ranger Verde hasta que mutó en Blanco, y por ahí, al fondo, un par de divertidos secundarios, unos tal Bulk y Skull, aparecían para liar alguna cosa y darle un toque cómico a los episodios.

También recuerdo a una villana que estaba bastante buena (o eso es lo que pensaba por entonces), una tal Rita Repulsa, una jamona que vivía en el espacio o algo así y que, cada episodio, enviaba un engendro a La Tierra y, tras lanzar una cosa rara al planeta (una espada, o un bastón), el bicho crecía en plan monstruo gigante y los Rangers debían pararle los pies. El rojo, el azul, el negro, la rosa y la amarilla hacían un movimiento de muñeca que aún recuerdo y tras soltar una frase que por aquel entonces no tenía sentido para mi (¡A metamorfosearse!) se convertían en súper-guerreros enfundados en trajes de colores y combatían el mal, salvando el planeta. Y ahí es nada, la cosa mejoraba cuando invocaban al “Turbo-Megazord” una especie de robot gigantesco formado por criaturas metálicas como un pterodáctilo o un triceratops.

Sí, los Power Ranger eran pura magia. Tenía muy pocos años y me encantaban, coleccionaba sus muñequitos, jugaba en el colegio a ser uno de ellos, salvo cuando me tocaba ser un masilla, algo que no era especialmente gracioso. Era una moda, algo que por desgracia derivó en numerosas series paralelas a cada cual peor e incluso una terrible película que hizo que, definitivamente, acabase con mi interés por los Rangers. No era una buena serie, de hecho era bastante mala si me paro a pensarlo, pero qué coño, esos recuerdos de verlos mientras me comía mi bocata de Nocilla nunca podrán olvidarse. ¿Qué puede haber más sano que la diversión pura y directa a cargo de una estúpida, terriblemente mala y a su vez carismática serie? Lo único que podría reprocharle fue la cantidad de mierda que generó, series de similar concepto como los Bettleborgs o los VR Troopers. Por lo demás, un clásico de la televisión, una comedia involuntaria que encontraba su grandeza en un guión incoherente y unas escenas de acción paupérrimas. ¿Alguien buscaba otra cosa? Yo, no.