"House of Ashes" arranca con un pequeño prólogo en el que se asienta su premisa sobrenatural. Luego, salta al presente y nos lleva al final de la guerra de Irak, con un grupo de marines que buscan las armas de destrucción masiva y tras un sismo terminan cayendo en unas grutas subterráneas de las que poco o nada saben. Este contraste de fantasía y realidad es casi novedoso en el universo de la Dark Pictures Anthology porque el monstruo se muestra casi desde el principio y no es algo casual: buscan evidenciar que, en la guerra, el monstruo no está muy lejos de los que en ella combaten...

Will Doyle (director de "Intenciones ocultas" también en Supermassive Games) es el responsable del tercer proyecto de la 'antología oscura' del estudio y ha optado por un enfoque más humano. Todos los personajes que encontramos tienen contradicciones, ninguno se caracteriza por su bondad o malicia, son avatares cuyas afinidades podemos moldear mediante la toma de decisiones y que suponen pasos en un camino que como siempre en esta clase de proyectos, variará en base a las elecciones que tomemos como jugadores o -dado su alto componente de secuencias y escaso jugable- espectadores. Es de hecho el más complejo y abierto de todos los lanzados hasta la fecha, pero también -y no sin cierta ironía- el más previsible, por ahondar en una serie de clichés de los que le cuesta muchísimo escapar, con un guion alto torpón pero funcional y que hace las referencias adecuadas, desde 'The Descent' a 'Drácula de Bram Stoker' o 'El exorcista'.

Sin embargo y con todos sus problemas, funciona. Le cuesta arrancar pero el último tercio es francamente notable, tanto por la cantidad de acción como por una ambientación que remite a Lovecraft y H. R. Giger. También porque llegados a ese punto hemos conseguido empatizar algo con esos avatares y la toma de decisiones ha servido para que entendamos sus pensamientos. Siendo un título peor que el anterior "Little Hope" y sobre todo, bastante inferior a "Until Dawn", hay en "House of Ashes" suficientes estímulos en sus seis horas de duración como para que merezca la pena acercarse a él y experimentar el viaje. Aunque sea por ver sufrir un poco a Sharpray.

Espero eso sí que para el futuro proyecto de la antología ("The Devil in Me") le den una vuelta al concepto para no caer en el 'síndrome Telltale'. Hasta ahora lo han esquivado pero empieza a notarse el desgaste, a que a veces buscan la sorpresa por la sorpresa, el giro por el giro, creando arcos narrativos que atienden a decisiones arbitrarias. Y eso es algo que ni siquiera puede ocultarse con un mejor apartado visual o un enfoque narrativo más cinematográfico (si cabe) con cámaras en el cogote y planos generales preparados para cuentas de redes sociales como One Perfect Shot. En 2022 saldremos de dudas.