¡Oh, dios mío! Nunca había ido a ver una “A todo gas” al cine, pero puedo asegurar que es un espectáculo y que las tresdé parecen apropiarse de toda la sala sin ningún tipo de control. Y como Nintendo 3DS, ¡sin gafas!. Decepcionado por la ausencia de Juanis, eso sí, afronté el visionado de la quinta entrega de la saga con un gran bagaje: habiendo visto la primera hace años y la tercera cuando salió en DVD. Poco importa pues aunque en Fast Five se tiren prácticamente toda la película haciendo referencias a otros personajes e incluso pude escuchar aplausos y la sala se revolucionaba cada vez que aparecía un actor en pantalla (de otras entregas, vamos, que los guionistas aprovechan el factor nostálgico), la trama se sigue bien. “Bien”. Aunque lo que debería entrecomillar es “trama”.

El guión de Chris Morgan, un profesional que ha sacado a la luz libretos de “Cellular”, “Wanted” y las tres últimas entregas de “A todo gas” podría pasar por ser el más serio de la saga. Ahí es nada. Como hablar de la historia no va a dar más que para chistes, lo mejor será pasar a lo único que verdaderamente merece la pena de la película: el reparto. Vale, sí, Paul Walker nunca ganará un Oscar pero se entrega a su Brian O'Conner sin ningún pudor. Vin Diesel es infinitamente mejor actor (sólo hay que ver “Find Me Guilty”), un tío carismático a rabiar (él hacía soportables “xXx” y “Pitch Black/Riddick”) y aquí también mola, claro que su personaje es prototípicamente molón. El resto son secundarios con varias frases de guión, algo así como ocurre con la saga “Ocean’s” donde hay tropecientas estrellas, todas tienen su parte y cobran el cheque. The Rock, Jordana Brewster, Tyrese Gibson e incluso nuestra Elsa Pataky se pasean por pantalla sin caer mal (bueno, esa última un poco) y levantando a caricaturas de personajes, que es lo que hay que vender en esta época. La película tiene carisma pero de calidad no va, precisamente, sobrada.

Salvo en momentos puntuales incluso las escenas de conducción son mediocres y hay que hacer un esfuerzo muy grande para no reírse de la película cada treinta segundos, porque basa su entretenimiento en enlazar fantasmadas. A mi particularmente toda esta subcultura tuning no me interesa una mierda, por lo que pasé la proyección más frío que un iglú, aunque honestamente tampoco puedo decir que me haya aburrido demasiado: da lo que promete. Habrá para quien sea suficiente, lamentablemente no es mi caso. Una producción destinada a arrasar en taquilla y a vender muchas copias de su banda sonora. ¿De cine? Mejor no hablemos. La experiencia, eso sí, memorable y en tresdé: los gritos al estilo “¡fóllatela!”, “vaya buga tron” o aplausos cada vez que aparecía un careto nuevo, no se olvidan. Menos aún la gente saliendo del parking tras la proyección de la película, intentando emular las hazañas de sus héroes.