Me ha sorprendido muy gratamente. No cabe duda que es una película nacida en el régimen franquista, con el único fin de echar por tierra la filosofía comunista. Para ello, se hace valer de símbolos rojos que estaban censurados en la época, y lo hace sin ocultarlo: bandera de la URSS, retrato de Lenin, críticas al capitalismo, etc.

Para contrarrestar, nos muestra una España verdadera a medias. Ni mucho menos las mujeres gozaban de esa libertad en los años 50, no eran tan independientes, ni había tanto trabajo como se decía. Tampoco el turismo había comenzado, mostrándonos Madrid como destino turístico inevitable para aquellos que quisieran conocer nuestro país, como el que ahora viaja a Ghana o Sierra Leona, pues va a la capital, no va a ir al último pueblo.

Pero me ha resultado entretenida. No hay apología descarada al régimen, pinceladas que a nosotros ni nos va ni nos viene, pero con unas buenas actuaciones, sobre todo de Juanjo Menéndez.

La francesa sirvienta del principio, con su vestido de hombros al aire, muestra también una libertad de la que no gozaban en España.