Original en su desarrollo, es una cinta que va a encantar a los actores y a la farándula del teatro. Cuenta con detalle todos esos nervios que se pasan antes de un estreno, lo que conlleva defender un papel de actor o actriz. Este exceso explicativo, desde el inicio, hace que la película se aplome hasta que despega, por fin, cuando pasamos su ecuador.

En ese momento, adquiere tintes de cine negro, sin descuidar que tratamos una trama psicológica; Jekyll y Hide; Freud en estado puro. En ese momento, dan ganas de volver a retomar la película desde el principio para atar cabos.

En la película se ven escenas de la obra de teatro “Othello”, de Shakespeare. Si no la has visto, quizá te pierdes un poco, como mi caso, pero no influye. Por otra parte, el doblaje es patético, muy mal hecho. Me habría encantado verla en VO, pero no la he encontrado con subtítulos.

Por último, la actuación de Ronald Colman es brutal. Se llevó el Óscar, sin ir más lejos… Merecido.