Ay, mi buen Dios inexistente, ¿a quién sino reclamarle estos minutos perdidos, a quién?; tres historias componen esta payasada extraordinaria. Una peor que la otra. Pocas veces vi algo tan estúpido como estas tres historias, pretendidamente originales. Pocas veces maldije tanto el gasto de minutos como en esta ocasión. Hubiera preferido ver una novela venezolana, así al menos me hubiera reído del lamentable, imparable y real, palpable circo, de la comedia humana en toda su esplendorosa imbecilidad.

Dios, o Satán, o quién coño sea, proteja sus almas de estas perfectas pelotudeces; no pierdan los preciados minutos que corren y corren; el reloj de arena amontona los pequeños granos, amigos míos, amigos desconocidos, los amontona con un seco ruido, sordo casi, ajeno a nuestros ruegos y temores, por favor, no vean esta mierda, porque se van a sentir altamente idiotas, como yo.

El reloj corre veloz, la cinta no, cruelmente se triplica la percepción del tiempo visionando este engendro; al carajo con los directores y actores de tan patético ejercicio del ocio.

Pocas veces un título se asemejó tanto o dió el pie justo para la broma fácil: ¿donde van los descartes corporales mis amigos?, pues si, al sanitario; bien, entonces. Todo dicho. ¡¡¡Al ñoba con esta mierda!!!