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Voto de Black Floyd:
8
7,2
49.422
Drama
Historia dramática que recorre 12 años (2002-2013) de la vida de Mason (Ellar Coltrane) de los seis a los dieciocho. Durante este periodo, se producen todo tipo de cambios, mudanzas y controversias, relaciones que se tambalean, bodas, diferentes colegios, primeros amores, desilusiones y momentos maravillosos. Un viaje íntimo y basado en la euforia de la niñez, los sísmicos cambios de una familia moderna y el paso del tiempo. (FILMAFFINITY) [+]
13 de noviembre de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El problema principal de esta película podría ser la expectativa que ha suscitado en el público; para mí esto no tiene mayor importancia, ya que más allá de que pudiera ser buena o no, el asunto es si uno puede identificarse con ella. Yo me identifico, y por esta sencilla razón, la película me terminó gustando. Gestalt se resume en la famosa línea "el todo es más que la suma de las partes". Ese enunciado se verificaría en esta película. En su conjunto resulta más satisfactoria que si se buscan partes destacables. En una película de acción, uno pude escoger la parte más espectacular, la más violenta, la más impresionante, la de mejores efectos especiales. Aquí no hay nada de eso. Los fuegos de colores estallan con un ruido sordo, y éstos no tienen brillo, ni matices. Mason es, desde el principio, un chico raro. Tiene una curiosa teoría del origen de las avispas, y colecciona piedras en punta para su colección de flechas. Mezcla diversiones comunes y que pueden ser compartidas, como los videojuegos o la bicicleta, con una extraña predisposición a la insatisfacción, a la autoexclusión.
Algunas impresiones con detalles en el spoiler.
Algunas impresiones con detalles en el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En realidad, Linklater, sigue tocando el tema del tiempo. Y en base al tiempo, todo lo que este puede contener. Es decir, esa suma de momentos, como dicen al final (y muy acertadamente: son los momentos los que te atrapan y no uno a los momentos. Esto es cierto para cualquier persona que se observe a sí misma. Uno no hace esfuerzos para retener un momento determinado. Por el contrario, a veces nos sorprenden, como una oleada, ciertas imágenes que creíamos perdidas, o mejor dicho, que al no recordarlas, no existían de alguna forma, sino que subyacían y se arrebujaban en algún sitio de nuestra memoria), son la vida, en definitiva. Hay un inconformismo muy notorio en Mason. No descubre el propósito de la vida, y esto, si bien la mayoría cree experimentarlo, sólo a algunas personas realmente les llega a atenazar e impedirles un avance más natural, menos forzado.
Es clara la actitud del chico desde el principio. Desde el génesis mágico de las avispas, y la incertidumbre de la existencia de los elfos, hasta su negación de la importancia, de la relevancia del Facebook, celulares, computadoras, etc. Su padre le dice que una ballena no es menos mágica y fabulosa que un Elfo y él apenas lo acepta. Es tímido, y siempre -sobre todo desde la adolescencia- mantiene una mirada de resignada indolencia, de cierto hastío latente. Nunca es pasional. Nunca se enoja demasiado ni se alegra demasiado. Podría tener spleen. Mirando las nubes, echado sobre el césped, inventándose historias que a él le resultarían más fantásticas que las reales, ve pasar toda su infancia, sin compartir verdaderamente las inquietudes ni diversiones de sus compañeros. Su sonrisa revela cierta tristeza apenas velada; se le acusa de ser pesimista, pero él no es pesimista. ¿Cómo explicarlo entonces?; es que Mason, no tiene grandes motivos para ser tan apático. Pero el tema es que una vez que esa melancolía te aguijonea, no te suelta nunca más.
El análisis de la madre de Mason acerca de la brevedad de la vida, de lo efímero, y hasta absurdo de cada acción realizada, y todo esto para terminar en –y como todo el mundo- una caja de madera resume un poco el espíritu de la película. Las preguntas que Linklater se hace son sencillas, pero imposibles de contestar. A veces uno podría creerse feliz en –y habiendo cambiado el pasado varias veces, con el fin de lograr resultados distintos cada vez, con distintos destinos y en compañía de distintas personas- otro país, cobijado por cielos tempestuosos, mares verdes y arenas blancas y finas como la harina; luego, esta imagen, tan ansiada me repugna y me aburre, y creo que todo sería mejor en el medio de los carteles luminosos de Tokyo o New York, o mejor aún en medio de las aterciopeladas montañas de Suiza, en una casa en mitad de una elevada mole, que domina un valle y algún río de brillantes reflejos; la puta verdad es que todas esos bonitos cuadros sólo están en la imaginación. Un ser que padece la “nostalgia del presente”, o de spleen, lleva su cruz a todas partes. No conozco el remedio.
El final, donde Mason da una breve y tal vez significativa mirada de aliento al espectador, en la montaña coloreada por la rosada luz del crepúsculo, junto a su nueva compañera universitaria, nos da la respuesta ya sabida por todos, pero que en realidad, es la única: vivir esta maldita y asquerosa vida, de la mejor forma que se pueda; y si no se puede, palmar de la forma más digna, esto es, habiendo agotado cada posibilidad, dejando la sangre en cada jugada que hagamos, y sobre todo, para creernos que todo esto no es más que una burda estafa de Dios, tener una dosis siempre renovable de Fe Poética, para creer un poco en el sueño de quién nos esté soñando, antes de que a éste se le ocurra despertar, y borrarnos de un plumazo, así, sin avisar…
Es clara la actitud del chico desde el principio. Desde el génesis mágico de las avispas, y la incertidumbre de la existencia de los elfos, hasta su negación de la importancia, de la relevancia del Facebook, celulares, computadoras, etc. Su padre le dice que una ballena no es menos mágica y fabulosa que un Elfo y él apenas lo acepta. Es tímido, y siempre -sobre todo desde la adolescencia- mantiene una mirada de resignada indolencia, de cierto hastío latente. Nunca es pasional. Nunca se enoja demasiado ni se alegra demasiado. Podría tener spleen. Mirando las nubes, echado sobre el césped, inventándose historias que a él le resultarían más fantásticas que las reales, ve pasar toda su infancia, sin compartir verdaderamente las inquietudes ni diversiones de sus compañeros. Su sonrisa revela cierta tristeza apenas velada; se le acusa de ser pesimista, pero él no es pesimista. ¿Cómo explicarlo entonces?; es que Mason, no tiene grandes motivos para ser tan apático. Pero el tema es que una vez que esa melancolía te aguijonea, no te suelta nunca más.
El análisis de la madre de Mason acerca de la brevedad de la vida, de lo efímero, y hasta absurdo de cada acción realizada, y todo esto para terminar en –y como todo el mundo- una caja de madera resume un poco el espíritu de la película. Las preguntas que Linklater se hace son sencillas, pero imposibles de contestar. A veces uno podría creerse feliz en –y habiendo cambiado el pasado varias veces, con el fin de lograr resultados distintos cada vez, con distintos destinos y en compañía de distintas personas- otro país, cobijado por cielos tempestuosos, mares verdes y arenas blancas y finas como la harina; luego, esta imagen, tan ansiada me repugna y me aburre, y creo que todo sería mejor en el medio de los carteles luminosos de Tokyo o New York, o mejor aún en medio de las aterciopeladas montañas de Suiza, en una casa en mitad de una elevada mole, que domina un valle y algún río de brillantes reflejos; la puta verdad es que todas esos bonitos cuadros sólo están en la imaginación. Un ser que padece la “nostalgia del presente”, o de spleen, lleva su cruz a todas partes. No conozco el remedio.
El final, donde Mason da una breve y tal vez significativa mirada de aliento al espectador, en la montaña coloreada por la rosada luz del crepúsculo, junto a su nueva compañera universitaria, nos da la respuesta ya sabida por todos, pero que en realidad, es la única: vivir esta maldita y asquerosa vida, de la mejor forma que se pueda; y si no se puede, palmar de la forma más digna, esto es, habiendo agotado cada posibilidad, dejando la sangre en cada jugada que hagamos, y sobre todo, para creernos que todo esto no es más que una burda estafa de Dios, tener una dosis siempre renovable de Fe Poética, para creer un poco en el sueño de quién nos esté soñando, antes de que a éste se le ocurra despertar, y borrarnos de un plumazo, así, sin avisar…