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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de Black Floyd:
8
Romance. Drama Neil (Ben Affleck), un norteamericano aspirante a escritor, y Marina (Olga Kurylenko), una madre soltera europea, se conocen en París y disfrutan de un momento de idilio en la isla francesa de St Michel, revitalizados por las sensaciones de estar de nuevo enamorados. Neil ha dejado su país buscando una vida mejor, dejando atrás una serie de hechos dolorosos. Mirando a Marina a los ojos, Neil cree estar seguro de que ha encontrado a la ... [+]
27 de agosto de 2014
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puedo comprender que a pocas personas les haya gustado este ejercicio de cine contemplativo, carente de diálogos; lo puedo entender porque a casi la mayoría de las personas los detalles que Malick capta con su cámara, les pasan inadvertidos. Y ellos tienen razón, sin dudas. ¿En que cabeza cabe, me pregunto, que una persona se fije en los raros y movedizos dibujos que proyectan las sombras de las ramas de un árbol contra una pared; o las manchas, retazos de sol, esos rombos, o trapecios, o defectuosos círculos de luz sobre el cesped, a través de las hojas de los árboles; o la del color intenso de una flor, o el movimiento leve, delicado de la hierba, de sus delgados tallos; o de la agonizante luminosidad de un crepúsculo, de esos colores moribundos que entristecen, que causan un dolor inexplicable, que producen suspiros de resignación; esa mezcla de azul, gris, dorado desvaído; a quién, me pregunto sino a los imbéciles, como yo, por ejemplo?. Si hubiera algo de orgullo en esto, sacaría al menos un provecho, por más minúsculo que este fuera. Pero no. Yo no. Malick, en cambio, es cineasta. Él puede sacarse todo ese spleen de encima; puede hace catarsis filmando, expresando lo que vio, lo que vio seguramente de niño (esas imágenes del sol entre las hojas es una clara imagen de la infancia) y lo que recuerda de aquellas visiones, algo alteradas por el paso irremediable del tiempo.

Por eso me gusta Malick; porque lo entiendo. Porque infinidad de veces me he quedado como algún idiota excepcional observando, sentado en el arenoso suelo semi-tibio de alguna playa, solo, las caprichosas arrugas de la arena mojada (otra imagen recurrente en sus films) cuando se retiran las espumosas olas; porque siempre sentí miedo al frío, al invierno; y Malick lo retrata de manera perfecta. Cada estación, con cada color. Albas pálidas y heladas de invierno; fuegos azules, púrpuras, rosados y rojos, en los crepúsculos de verano; nubes encarnadas, casi rosadas, sobre un fondo azul-celeste en los atardeceres otoñales; lluvias, cielos brumosos, nieblas, y todos los encantos reales de la naturaleza que ejercen un gran influjo en nuestro ánimo. Todo esto, magistralmente fotografiado por Emmanuel Lubezki, ideado y sentido por Terrence Malick.

Con esto me alcanza. Es algo diferente, y me siento acompañado en mi idiotez contemplativa; en mi lamentable inacción.
Malick y Linklater. Dos opuestos que han sido llamados pretenciosos. Dos artistas distintos, entre tanto ruido y explosiones (que también pueden y hasta deben gustar, a su debido tiempo) y disparos. Malick promueve un cine distinto, hipersensible, lírico, escrupuloso, detallista, colorido, lento. Requiere paciencia y comprensión. Requiere empatía. Empatía con la naturaleza viva, latente. Me recuerda parcialmente a la prosa de Woolf en "Las olas". Imágenes. Cuadros. Estáticos o de leves y rítmicos movimientos. El cine de este director se siente más que se entiende, así como la poesía. No se puede explicar medio minuto de un plano a un arbusto suavemente mecido por la brisa. Se siente esa brisa, fresca como el agua de un aljibe, impalpable o inasible pero presente, real, concreta. Hay que disfrutar de las ondulaciones, producidas por los insectos o el blando soplo del viento, en un lago que refleja el follaje ribereño. Sonidos (de insectos, pájaros, animales, del viento) y formas, y colores, y texturas. No se explica, se vive.

Con él, me siento menos miserable, y en su vasta calidez observadora, me adormezco plácidamente, dulcemente, como Baudelaire apoyando la cabeza, cansada, hastiada ya de todo, en las rodillas de su amada; esperando y soñando un verano caliente, mientras pasa el tiempo de las hojas amarillas...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Black Floyd
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