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Voto de Ehavled Jef:
9
6,4
478
Drama
Adaptación de una novela de Amélie Nothomb. Amélie es una joven belga, soñadora y romántica, que regresa al Japón, donde pasó parte de su infancia, para trabajar como traductora en una gran empresa. A pesar de la fascinación que siente por el país, el extraño ambiente y las incomprensibles reacciones de sus jefes la desconciertan hasta tal punto que empieza a cometer errores en el trabajo. (FILMAFFINITY)
5 de noviembre de 2009
14 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia que este filme nos presenta está evidentemente exagerada por su autora original, Amélie Northomb y por el guionista-director que la ha llevado al cine, Alain Corneau. ¿Por qué? Porque cualquier occidental que haya vivido y trabajado en Japón nos puede confirmar que lo que le ocurre a la protagonista es algo inconcebible. Es decir, resulta increíble que en una empresa japonesa radicada en Japón, al menos desde los años ochenta del siglo XX hasta hoy mismo, sometan a un occidental contratado como trabajador a las humillaciones y abusos casi de estilo militarista-degradante a que es sometida Amélie, máxime cuando en Japón son especialmente respetuosos con los occidentales, sobre todo con los europeos.
Amélie Northomb es la autora del libro autobiográfico en el que se basa esta película (“Estupor y temblores”. Anagrama. Barcelona 2004) el cual fue publicado en Francia, 1999, y galardonado con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa.
Amélie nació en Kobe, Japón, el año 1967. Hija del embajador de Bélgica en ese país oriental, vivió y aprendió el japonés. A la edad de cinco años se estableció con su familia en Europa. Amélie soñaba desde jovencita con volver a su tierra de nacimiento la cual añoraba y tenía idealizada desde su infancia. Con más o menos veintidós primaveras (año 1989-90) y dado su dominio del japonés consiguió ser contratada por un año como traductora en una gran corporación de Tokio. Es justamente es este momento de su vida donde comienza y se centra la película que nos ocupa, donde se nos cuenta las amarguras y desconsideraciones que ha de vivir Amélie en su oficina, debido a la sinrazón de sus jefes, compañeros y al sistema cuadriculado-dictatorial típico de la empresa japonesa, que aquí es presentado como casi militarista cuartelero, con una absolutizada cadena jerárquica de mandos, desde la cual no se tolera ni perdona al empleado que intente saltársela.
Lo llamativo y chirriante es que una mujer occidental, europea, francófona, con noción de saber exigir sus derechos o de rebelarse, soporte todos estos atropellos. Amélie aguanta las continuas cabronadas que le hacen con la clásica o muy parecida mentalidad sumisa de la cultura japonesa. ¿Por qué? Según ella, porque se ha propuesto resistir su año de contrato a pesar de las más groseras humillaciones. Pero también hay otra razón que cualquiera puede contemplar: Amélie es de temperamento temeroso, de esa clase de personas que cuando le faltan el respeto en lugar de contestar o reaccionar indignada, se muestra débil, atemorizada, da pie a que la sigan humillando más y más; o sea, lo suyo no sólo es estupor y temblores, es también la típica personalidad asustadiza, amilanada, cagueta, que hace cierto el dicho «Lo que permitimos es lo que promovemos», aunque a posteori sí tenga redaños para denunciar los hechos escribiendo una polémica y fulgurante novela.
Amélie Northomb es la autora del libro autobiográfico en el que se basa esta película (“Estupor y temblores”. Anagrama. Barcelona 2004) el cual fue publicado en Francia, 1999, y galardonado con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa.
Amélie nació en Kobe, Japón, el año 1967. Hija del embajador de Bélgica en ese país oriental, vivió y aprendió el japonés. A la edad de cinco años se estableció con su familia en Europa. Amélie soñaba desde jovencita con volver a su tierra de nacimiento la cual añoraba y tenía idealizada desde su infancia. Con más o menos veintidós primaveras (año 1989-90) y dado su dominio del japonés consiguió ser contratada por un año como traductora en una gran corporación de Tokio. Es justamente es este momento de su vida donde comienza y se centra la película que nos ocupa, donde se nos cuenta las amarguras y desconsideraciones que ha de vivir Amélie en su oficina, debido a la sinrazón de sus jefes, compañeros y al sistema cuadriculado-dictatorial típico de la empresa japonesa, que aquí es presentado como casi militarista cuartelero, con una absolutizada cadena jerárquica de mandos, desde la cual no se tolera ni perdona al empleado que intente saltársela.
Lo llamativo y chirriante es que una mujer occidental, europea, francófona, con noción de saber exigir sus derechos o de rebelarse, soporte todos estos atropellos. Amélie aguanta las continuas cabronadas que le hacen con la clásica o muy parecida mentalidad sumisa de la cultura japonesa. ¿Por qué? Según ella, porque se ha propuesto resistir su año de contrato a pesar de las más groseras humillaciones. Pero también hay otra razón que cualquiera puede contemplar: Amélie es de temperamento temeroso, de esa clase de personas que cuando le faltan el respeto en lugar de contestar o reaccionar indignada, se muestra débil, atemorizada, da pie a que la sigan humillando más y más; o sea, lo suyo no sólo es estupor y temblores, es también la típica personalidad asustadiza, amilanada, cagueta, que hace cierto el dicho «Lo que permitimos es lo que promovemos», aunque a posteori sí tenga redaños para denunciar los hechos escribiendo una polémica y fulgurante novela.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Amélie recibe desde el primer día de trabajo toda clase de desconsideraciones humillante-degradantes por parte de su supervisor inmediato; por ejemplo, le manda hacer una carta y le rompe uno a uno los múltiples borradores que ella le presenta, sin decirle en qué se equivoca o qué es lo que quiere que ponga. De igual modo, tampoco se le permite que tenga iniciativas, aunque sean insignificantes. Se la ridiculiza, se la desprecia, se la humilla de un modo irreconocible en un mundo de derechos humanos, de derechos laborales, en un Japón tan desarrollado y respetuoso en sus modales, saludos e inclinaciones... Incluso su propia compañera de mesa, la siempre perfecta e inmaculada Fubuki (impresionante interpretación de kaori Tsuji) la ve como una rival y se venga de ella de forma envidiosa e inmisericorde a partir de que Amélie realiza un informe exitoso para el único empleado cordial que la trata con respeto en la oficina.
En realidad, Amélie es catalogada por la cadena de mados de su oficina como una occidental que no encaja entre los procedimientos clásicos en la empresa japonesa. En consecuencia, y dado que ella lo tolera, la putean constantemente; usan con ella la prepotencia y la arbitrariedad; no la dejan ejercer de aquello por lo que en verdad está contratada (traductora) y la relegan a meras tareas como servir el té, repartir la correspondencia, actualizar los numerosos calendarios que hay por todas las mesas y paredes, hacer cientos de fotocopias inútiles de una en una, sumar y contar facturas, hasta finalmente ponerla a limpiar y mantener el cuidado de los baños (incluido el de varones).
Sin duda, tanto la obra de Amélie Northomb como el guión fiel de Alain Corneau, revelan de un modo crítico-denunciante las formas anacrónicas, machistas, absurdas, de estilo militarista-cerril, que los organigramas empresariales en Japón (y no sólo en Japón) sostienen en sus oficinas y entre sus oficinistas o trabajadores en general.
A mi modo de ver, la gran lección que puede sacarse de esta historia dentro de una oficina de gran empresa en Oriente (igual de aplicable a menores, medianas y gigantescas empresas de Occidente), es que cuando una persona recibe un abuso y no se planta, lo encara y le presenta batalla a los abusadores, éstos irán a más avasallándola hasta extremos impensables; por el contrario, está visto y comprobado que cuando uno echa “cojones u ovarios” y se revuelve con bravura, no se deja humillar ni permite que le traten despóticamente, más pronto que tarde los abusadores acaban respetándote y teniéndote en alta consideración. Como dice el sabio e instructivo refrán: «Más vale una vez colorao, que ciento amarillo.»
Fej Delvahe
En realidad, Amélie es catalogada por la cadena de mados de su oficina como una occidental que no encaja entre los procedimientos clásicos en la empresa japonesa. En consecuencia, y dado que ella lo tolera, la putean constantemente; usan con ella la prepotencia y la arbitrariedad; no la dejan ejercer de aquello por lo que en verdad está contratada (traductora) y la relegan a meras tareas como servir el té, repartir la correspondencia, actualizar los numerosos calendarios que hay por todas las mesas y paredes, hacer cientos de fotocopias inútiles de una en una, sumar y contar facturas, hasta finalmente ponerla a limpiar y mantener el cuidado de los baños (incluido el de varones).
Sin duda, tanto la obra de Amélie Northomb como el guión fiel de Alain Corneau, revelan de un modo crítico-denunciante las formas anacrónicas, machistas, absurdas, de estilo militarista-cerril, que los organigramas empresariales en Japón (y no sólo en Japón) sostienen en sus oficinas y entre sus oficinistas o trabajadores en general.
A mi modo de ver, la gran lección que puede sacarse de esta historia dentro de una oficina de gran empresa en Oriente (igual de aplicable a menores, medianas y gigantescas empresas de Occidente), es que cuando una persona recibe un abuso y no se planta, lo encara y le presenta batalla a los abusadores, éstos irán a más avasallándola hasta extremos impensables; por el contrario, está visto y comprobado que cuando uno echa “cojones u ovarios” y se revuelve con bravura, no se deja humillar ni permite que le traten despóticamente, más pronto que tarde los abusadores acaban respetándote y teniéndote en alta consideración. Como dice el sabio e instructivo refrán: «Más vale una vez colorao, que ciento amarillo.»
Fej Delvahe