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Voto de Silvio de Arabia:
9
Drama
Luis y Virginia son dos maestros que han sido trasladados a un pequeño pueblo. La película narra las repercusiones del pueblo en los dos maestros, repercusiones totalmente distintas: ella está convencida de que puede contribuir a la transformación del pueblo; él es escéptico y desea marcharse de aquel lugar. (FILMAFFINITY)
30 de septiembre de 2022
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Luis y Virginia fue, al parecer, una película hecha para la televisión. Sin embargo, llamarla telefilm me parece desmerecerla. Lo que llevo visto de Chávarri hasta ahora, confieso, me parece irregular. Esta película sigue confirmando mi teoría, pues rompe lo mediocre y apunta altísimo, Me topé con ella hace unos días y me pareció algo irresistible, sin saber muy bien por qué. Hoy sucumbí, me decidí y la engullí de un tirón. Merece cualquier parón que hiciera en todo lo demás para verla.
En apariencia parece una peliculita sencilla, en clave de comedia ligera, algo costumbrista. Ese ambiente pétreo y nevado de la España profunda, donde los inviernos son inviernos de verdad y la vida depende de la dureza de tus piernas. Hay muchas muestras así en el cine rural español, y muchas, cojonudas. El mejor capítulo de la serie Los camioneros iba por estos derroteros. La primera parte de La mitad del cielo (1986), donde también sale un enigmático Santiago Ramos, de forma breve pero más indeleble que en esta ocasión; Los días del pasado (1977), o la maravillosa El amor del capitán Brando (1974) de mi querido De Armiñán.
Luis y Virginia no es tan plomiza y política como Los días del pasado ni es tan picarona y nostálgica como el capitán Brando (y no lo digo como algo malo). Por supuesto, no es tan «mágica» como La mitad del cielo. La única magia de esta película es la real, la buena, la que forma la química de Hinojosa y Carme Elías. No necesariamente porque se llevasen genial, sino porque son dos tremendos actores que funcionan estupendamente juntos. Carme está increíble, como siempre. Joaquín, en su línea. El papel más reseñable que recuerdo de él es en Camada Negra, donde estaba espléndido. También lo he visto en Elisa, vida mía (donde se repite el escenario de España vaciada) o en Tiempo de silencio, donde hace de pillo, o Jarrapellejos. Y es que la propia virginia lo acusa de «andar siempre con facinerosos...», algo que hace gracia, si tienes en cuenta la filmografía de Hinojosa.*
Ambos son una pareja de maestros de caracteres algo opuestos. Ella escoge (o la condenan con) un puesto rural. Es idealista, vitalista, jovial y divertida. Él estudia la oposición de maestro. Es huraño y amargado y se siente un personaje de Robinson Crusoe, aunque seguiría a Virginia hasta el fin del mundo. Al mismo tiempo completan el elenco el ya citado Santiago Ramos, en una brevísima aparición, y Luis Ciges, que interpreta a un estupendo Luis Cig... Digo..., al padre del niño bizco. Hay un niño bizco muy malo, Antonio, pero muy guapetón y con mucho gancho, junto a una diminuta y graciosa vieja de ocho años llamada Marcela, que es la niña que le gusta. Ambos están soberbios actoralmente dadas sus circunstancias. Probablemente fueran pilluelos del pueblo que nunca jamás habían actuado. Algo así creo que se decía en un comentario al inicio de la copia que yo vi.
Los diálogos a veces pueden parecer algo artificiales, pero a mí me dio la sensación de que encajaban con los personajes. No me parecían impostados ni forzados, aunque no siempre se usasen las expresiones más naturales. Algunas líneas, eso sí, como la del abuelo que se queja de estar postrado y de que la vida es una mierda cuando se es viejo, me parecieron SUBLIMES.
Todo es bastante bueno en esta película, salvo la calidad del VHS de la copia que vi en Youtube. La música corre a cargo de Aute. No está mal. Jovial, alegre, propia de una pareja de enamorados. Música de pajaritos en el bosque y frutos rojos. Yo quizá habría añadido algo más para no caer en la monotonía, como esa pieza de música clásica que suena en la radio de forma intradiegética mientras los protas estaban en la cama. No sé, ¿quizás un «Nos ocupamos del mar» de Alberto Pérez, si hubiesen podido viajar cinco años al futuro? Bueno.
La relación puer-senex que se establece entre Antonio y Luis también está muy bien conseguida. Es un punto fuerte de la película que nos muestra el talento de Luis como educador, con esa virilidad permisiva que ríe las maldades del crío a escondidas y lo aprecia. Y contrasta con la profunda severidad de Virginia en el aula, aunque luego, fuera de ella, transforme en un tacto femenino dulcísimo. Es curioso que hasta en el aspecto educativo son opuestos en lo privado y lo público en ese tandem cruzado de sus personalidades.
Lo demás lo dejo para el spoiler, puesto que en torno a esta amistad entre Luis, amigo de facinerosos, y Antonio, facineroso de buen corazón, gira el grueso de lo que realmente resulta de interés en esta película.
En apariencia parece una peliculita sencilla, en clave de comedia ligera, algo costumbrista. Ese ambiente pétreo y nevado de la España profunda, donde los inviernos son inviernos de verdad y la vida depende de la dureza de tus piernas. Hay muchas muestras así en el cine rural español, y muchas, cojonudas. El mejor capítulo de la serie Los camioneros iba por estos derroteros. La primera parte de La mitad del cielo (1986), donde también sale un enigmático Santiago Ramos, de forma breve pero más indeleble que en esta ocasión; Los días del pasado (1977), o la maravillosa El amor del capitán Brando (1974) de mi querido De Armiñán.
Luis y Virginia no es tan plomiza y política como Los días del pasado ni es tan picarona y nostálgica como el capitán Brando (y no lo digo como algo malo). Por supuesto, no es tan «mágica» como La mitad del cielo. La única magia de esta película es la real, la buena, la que forma la química de Hinojosa y Carme Elías. No necesariamente porque se llevasen genial, sino porque son dos tremendos actores que funcionan estupendamente juntos. Carme está increíble, como siempre. Joaquín, en su línea. El papel más reseñable que recuerdo de él es en Camada Negra, donde estaba espléndido. También lo he visto en Elisa, vida mía (donde se repite el escenario de España vaciada) o en Tiempo de silencio, donde hace de pillo, o Jarrapellejos. Y es que la propia virginia lo acusa de «andar siempre con facinerosos...», algo que hace gracia, si tienes en cuenta la filmografía de Hinojosa.*
Ambos son una pareja de maestros de caracteres algo opuestos. Ella escoge (o la condenan con) un puesto rural. Es idealista, vitalista, jovial y divertida. Él estudia la oposición de maestro. Es huraño y amargado y se siente un personaje de Robinson Crusoe, aunque seguiría a Virginia hasta el fin del mundo. Al mismo tiempo completan el elenco el ya citado Santiago Ramos, en una brevísima aparición, y Luis Ciges, que interpreta a un estupendo Luis Cig... Digo..., al padre del niño bizco. Hay un niño bizco muy malo, Antonio, pero muy guapetón y con mucho gancho, junto a una diminuta y graciosa vieja de ocho años llamada Marcela, que es la niña que le gusta. Ambos están soberbios actoralmente dadas sus circunstancias. Probablemente fueran pilluelos del pueblo que nunca jamás habían actuado. Algo así creo que se decía en un comentario al inicio de la copia que yo vi.
Los diálogos a veces pueden parecer algo artificiales, pero a mí me dio la sensación de que encajaban con los personajes. No me parecían impostados ni forzados, aunque no siempre se usasen las expresiones más naturales. Algunas líneas, eso sí, como la del abuelo que se queja de estar postrado y de que la vida es una mierda cuando se es viejo, me parecieron SUBLIMES.
Todo es bastante bueno en esta película, salvo la calidad del VHS de la copia que vi en Youtube. La música corre a cargo de Aute. No está mal. Jovial, alegre, propia de una pareja de enamorados. Música de pajaritos en el bosque y frutos rojos. Yo quizá habría añadido algo más para no caer en la monotonía, como esa pieza de música clásica que suena en la radio de forma intradiegética mientras los protas estaban en la cama. No sé, ¿quizás un «Nos ocupamos del mar» de Alberto Pérez, si hubiesen podido viajar cinco años al futuro? Bueno.
La relación puer-senex que se establece entre Antonio y Luis también está muy bien conseguida. Es un punto fuerte de la película que nos muestra el talento de Luis como educador, con esa virilidad permisiva que ríe las maldades del crío a escondidas y lo aprecia. Y contrasta con la profunda severidad de Virginia en el aula, aunque luego, fuera de ella, transforme en un tacto femenino dulcísimo. Es curioso que hasta en el aspecto educativo son opuestos en lo privado y lo público en ese tandem cruzado de sus personalidades.
Lo demás lo dejo para el spoiler, puesto que en torno a esta amistad entre Luis, amigo de facinerosos, y Antonio, facineroso de buen corazón, gira el grueso de lo que realmente resulta de interés en esta película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
*Ojo, es sutilmente política en tanto que la prota es idealista, el cura piensa que es roja y al principio de la película aprovecha que Antonio está usando una madera del yugo y las flechas para golpear a otro crío para acabar de romper el escudo y decir que vendrá estupendamente para hacer fuego. Lo que pasa es que aquí estamos ya en 1982. Juan Tébar y De Armiñán en El amor del capitán Brando con la famosa «huelga estudiantil» y otras tantas pullitas estaban en 1977, que estaba el tema un poco más calentito. De todas formas, esta película no es política en sentido panfletario o partidista. No pretende serlo y se mantiene a una distancia más que prudente. Es una fotografía sentimental y, sobre todo, existencial.
Voy ahora con la parte del guion que más me entusiasmó. Disfruté la película largamente como un entretenimiento dulce y agradable con personajes llanos, pero bien definidos. Algo light, pero bien hecho. Pero el tema de la cigüeña fue la puntillita que me hizo ponerme en alerta. Me pareció un manejo excelente del guion al crear esa equivalencia entre la cigüeña malherida y los personajes. Una metáfora deliciosa sobre la naturaleza del ser. Sobre el irse, el quedarse, el cambiar, el ponerse la zancadilla a uno mismo... (Recordemos que el propio Luis parece ponerse la zancadilla en los estudios de oposición, mientras Virginia le pregunta qué quiere realmente, y él la besa, evitando contestar).
La cigüeña es apuñalada con un palo con un clavo por Antonio, el niño bizco que fuma (esto en los ochenta debía de ser divertidísimo). Por culpa de esto, el ave no puede emigrar. Luis decide cuidarla (no pueden curarla del todo). Pero esta muere. Luis va a enterrarla a la nieve y se encuentra con Antonio y Marcela, que lo han seguido. Los manda a la escuela y vuelve a decir que tienen que estudiar duro para un día poder salir del pueblo. Los críos se lo toman al pie de la letra, se pierden en la noche y a Antonio se le congelan las piernas protegiendo a Marcela del frío. El niño acaba muriendo. Resulta irónico que su padre llega a decir de él que era un niño con buenas piernas, algo indispensable para ser pastor.
La muerte de la cigüeña y la muerte de Antonio (que crea, en realidad, una prolepsis de su propia muerte) favorece un cambio de paradigma en Luis y Virginia. Ella pierde su idealismo y quiere irse. Él decide quedarse en el pueblo que odiaba porque quizás ahora tenga esperanza en crear un impacto positivo. Luis, que preguntaba a su amigo si era malo necesitar a Virginia como el aire, decide dejarla volar y echar raíces. Ella, sintiendo que no lo tenía mucho en cuenta, preocupada siempre de sus propios planes y sus ideales, también acepta ese cambio.
¿No son cojonudos esos sistemas especulares? Antonio y Marcela (que se quieren) y Luis y Virginia (que se quieren) y entre medias una cigüeña que, de algún modo, metafóricamente, son ellos, los facinerosos, jodiéndose la pata. Por cierto: Luis y Virginia intentan todo el tiempo tener un hijo. Al final ella decide no querer tenerlo, tras la muerte de Antonio. «No ahora y no aquí», afirma en la cama desganada. Que el niño muera refleja la muerte del amor infantil en la pareja adulta, y que la cigüeña muera imposibilita que los adultos puedan traer a otro niño al mundo... A mí me parecen unas estructuras simbólicas sobresalientes para una historia en apariencia tan sencillita.
La película acaba pegando un giro bastante inesperado gracias a ese nudo potente de la muerte del ave (que siempre suele traer consecuencias funestas), y lo resuelve de una forma madura y asertiva con unos personajes que se modifican, se desarrollan y metamorfosean a versiones, si no del todo mejores, sí distintas. Y lo distinto casi siempre suele ser bueno.
30sep22
Voy ahora con la parte del guion que más me entusiasmó. Disfruté la película largamente como un entretenimiento dulce y agradable con personajes llanos, pero bien definidos. Algo light, pero bien hecho. Pero el tema de la cigüeña fue la puntillita que me hizo ponerme en alerta. Me pareció un manejo excelente del guion al crear esa equivalencia entre la cigüeña malherida y los personajes. Una metáfora deliciosa sobre la naturaleza del ser. Sobre el irse, el quedarse, el cambiar, el ponerse la zancadilla a uno mismo... (Recordemos que el propio Luis parece ponerse la zancadilla en los estudios de oposición, mientras Virginia le pregunta qué quiere realmente, y él la besa, evitando contestar).
La cigüeña es apuñalada con un palo con un clavo por Antonio, el niño bizco que fuma (esto en los ochenta debía de ser divertidísimo). Por culpa de esto, el ave no puede emigrar. Luis decide cuidarla (no pueden curarla del todo). Pero esta muere. Luis va a enterrarla a la nieve y se encuentra con Antonio y Marcela, que lo han seguido. Los manda a la escuela y vuelve a decir que tienen que estudiar duro para un día poder salir del pueblo. Los críos se lo toman al pie de la letra, se pierden en la noche y a Antonio se le congelan las piernas protegiendo a Marcela del frío. El niño acaba muriendo. Resulta irónico que su padre llega a decir de él que era un niño con buenas piernas, algo indispensable para ser pastor.
La muerte de la cigüeña y la muerte de Antonio (que crea, en realidad, una prolepsis de su propia muerte) favorece un cambio de paradigma en Luis y Virginia. Ella pierde su idealismo y quiere irse. Él decide quedarse en el pueblo que odiaba porque quizás ahora tenga esperanza en crear un impacto positivo. Luis, que preguntaba a su amigo si era malo necesitar a Virginia como el aire, decide dejarla volar y echar raíces. Ella, sintiendo que no lo tenía mucho en cuenta, preocupada siempre de sus propios planes y sus ideales, también acepta ese cambio.
¿No son cojonudos esos sistemas especulares? Antonio y Marcela (que se quieren) y Luis y Virginia (que se quieren) y entre medias una cigüeña que, de algún modo, metafóricamente, son ellos, los facinerosos, jodiéndose la pata. Por cierto: Luis y Virginia intentan todo el tiempo tener un hijo. Al final ella decide no querer tenerlo, tras la muerte de Antonio. «No ahora y no aquí», afirma en la cama desganada. Que el niño muera refleja la muerte del amor infantil en la pareja adulta, y que la cigüeña muera imposibilita que los adultos puedan traer a otro niño al mundo... A mí me parecen unas estructuras simbólicas sobresalientes para una historia en apariencia tan sencillita.
La película acaba pegando un giro bastante inesperado gracias a ese nudo potente de la muerte del ave (que siempre suele traer consecuencias funestas), y lo resuelve de una forma madura y asertiva con unos personajes que se modifican, se desarrollan y metamorfosean a versiones, si no del todo mejores, sí distintas. Y lo distinto casi siempre suele ser bueno.
30sep22