Porque Fleishman en realidad es un retrato de una generación que va en post de una felicidad que ya no sabe donde encontrar. De una generación a la que le vendieron que podría ser cualquier cosa si lo intentaba y terminó siendo médico rural en el pueblo de al lado. De periodistas que soñaban con ir a la guerra y descubrieron que no eran tan buenos.

Es una serie en el que el final no es feliz, no hay una gran moraleja, más allá de: confórmate con lo que tienes. Que la ambición desmedida no es la solución, que la satisfacción está en las pequeñas cosas y en aceptar tu vida.
No es un mensaje habitual en las series y se agradece que una producción sea así de sincera. En una época en la que la independencia y el individualismo parece que han ganado la batalla mainstream, ver una serie que muestra la realidad, que es básicamente que todos queremos sentirnos amados por una persona y la seguridad de un hogar, me parece una gozada.