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Voto de brochard:
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Comedia
El director danés nos describe al ser humano a través de un hombre y una mujer. Planos fijos descriptivos y voz en off para este cortometraje. (FILMAFFINITY)
9 de noviembre de 2011
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
El corto, narrado por una voz en off, nos muestra a un hombre y una mujer realizando acciones cotidianas y anodinas en una habitación sin límites. Dicha voz utiliza términos como “cosa” y “funcionando” a la hora de empezar a describir al ser humano perfecto, toda una declaración de intenciones. Éste ejecuta de un modo perfecto los rituales del día a día, previamente asimilados a lo largo de su existencia. Se nos muestra un ser aséptico, al que la vida no mancha, de trayectoria monocorde por ella. Ha eliminado la imprevisibilidad y por ello tiene todo bajo control, tanto en la vida cotidiana como en la sentimental y psicológica. Intuimos que es alguien a quien la inercia le lleva a seguir el carril de su vida preestablecida por la previsión y el aprendizaje, en la que se ha eliminado cualquier desviación de la norma. No vive, ejecuta unas pautas. Cuando la voz en off se pregunta en qué piensa y empieza a especular que lo hace sobre cosas trascendentales, él responde entonando una cancioncilla despreocupado, cuya letra habla de pérdidas sentimentales. Lo único que este ser nos cuenta es que ese día “le ha sucedido algo que espera llegar a comprender algún día”, mostrando su afán por racionalizar sin aprovechar la esencia del sentimiento, anulando la importancia del instante y el azar. El ser humano perfecto ha dejado de ser humano para pasar a ser perfecto. El hombre perfecto, la utopía realizable del ser cada vez menos humano de nuestros días, nos retrata su mundo:
-Nuestra casi perfecta sociedad está regida por ciertos términos abstractos que, merecidamente, se escriben con mayúscula: Ley, Moral, Justicia, Derecho, Propiedad (para unos), Trabajo (para otros), etc. Cuentan que hace tiempo estos términos derivaron de las necesidades naturales de los humanos y de los grupos que formaron para prosperar, pero afortunadamente hoy son entes pétreos que endiosar y asimilar, sin plantearse jamás su significado. Las universidades se dedican a guiar a nuestros estudiantes hacia la perfección, mucho más desde la implantación de Bolonia. Cada día salen más útiles, más especializados, menos rebeldes, asimilan mejor. Los nuevos psicólogos adoran a Skinner, a Watson, el conductismo. Los nuevos filósofos adoran a Hegel, algunos a su discípulo Marx. Son profetas de la perfección. No hay cabos sueltos. Las escuelas del futuro, preconizadas por el gurú Goleman, crean niños sumisos y exitosos profesionalmente. Toda emoción se analiza, todo sentimiento se intelectualiza. Desgraciadamente quedan los psicópatas, definidos por nuestra psicología moderna, un alto porcentaje de la población inadaptado, obscenamente humano. El psicópata se regodea en ello, maldice al ser humano perfecto, le tienta, con las siguientes palabras, mediante su terrible proselitismo:
-Nuestra casi perfecta sociedad está regida por ciertos términos abstractos que, merecidamente, se escriben con mayúscula: Ley, Moral, Justicia, Derecho, Propiedad (para unos), Trabajo (para otros), etc. Cuentan que hace tiempo estos términos derivaron de las necesidades naturales de los humanos y de los grupos que formaron para prosperar, pero afortunadamente hoy son entes pétreos que endiosar y asimilar, sin plantearse jamás su significado. Las universidades se dedican a guiar a nuestros estudiantes hacia la perfección, mucho más desde la implantación de Bolonia. Cada día salen más útiles, más especializados, menos rebeldes, asimilan mejor. Los nuevos psicólogos adoran a Skinner, a Watson, el conductismo. Los nuevos filósofos adoran a Hegel, algunos a su discípulo Marx. Son profetas de la perfección. No hay cabos sueltos. Las escuelas del futuro, preconizadas por el gurú Goleman, crean niños sumisos y exitosos profesionalmente. Toda emoción se analiza, todo sentimiento se intelectualiza. Desgraciadamente quedan los psicópatas, definidos por nuestra psicología moderna, un alto porcentaje de la población inadaptado, obscenamente humano. El psicópata se regodea en ello, maldice al ser humano perfecto, le tienta, con las siguientes palabras, mediante su terrible proselitismo:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
-A mi toma de conciencia, fruto de mi mayor profundizaje en las cosas, a su vez fruto de mi reconocida inteligencia, le llaman visión distorsionada de la realidad. A mi insumisión, provocada por su taimado afán de dominación, que se revela sólo a los que son como yo, le llaman egoísmo. A la violencia provocada por mi insumisión la llaman falta de empatía, atracción por el mal. Al contenido de este alegato, megalomanía. La verdad es que no aspiro a la perfección, porque mi patetismo es la perfección, porque como el título del libro de Nietzsche soy humano, DEMASIADO HUMANO. Humano como los personajes de las tragedias griegas, como Kierkegaard, como Nietzsche, como el existencialismo francés, como tantos otros; como Meursault, víctima, verdugo, héroe y villano a la vez. Patéticos, voceros del patetismo, la característica más intrínseca a la existencia humana.
Os maldigo porque me maldecís, pero sobre todo porque lo merecéis.
Os maldigo porque me maldecís, pero sobre todo porque lo merecéis.