Se deben tener las ideas muy claras para hacer una película de este calibre. Independiente, solitaria y tremendamente personal, Ruby en el paraiso está destinada a ser película de culto sólo para aquellos que capten su extraña belleza, encuentren calma y libertad en ese abandonado pueblo de playa y hayen un tesoro en Ashley Judd. Ella estaba destinada al cine comercial, era obvio, pero desde luego la película no sólo se sustenta con ella. El entorno, una especie de Twin Peaks a lo playero, da un clima en la película que afinará bien con espíritus a la deriva en busca de sí mismos. Los abuelos comprando en la tienda no son sólo tristes figurantes, sino los fantasmas de un pueblo que ha perdido su esencia, pero que se la devuelve a la película en forma de estado espiritual.

Ruby es un estado del alma, aquel en el que se deja todo para buscarse a uno mismo, escrita con un guión agradecidamente mínimo donde casi lo mejor es el silencio y la buena intuición del que observa. Para ver solo o con alguien que realmente sepa lo que va a ver.