Magnífico drama de Ray sobre un taxista que intenta abrirse camino en una zona remota de la India que le sirve de excusa al director para hablarnos ante todo de dilemas morales, pero también de la culpa, el orgullo, las diferencias sociales, el pecado o la redención. El nudo dramático, acusado por algunos de caer en los tópicos del género en el país, está bien construido y es utilizado por el director con elegancia, sin olvidar el sentido del humor y los buenos diálogos, estructurando el guión de manera que el protagonista quede definido a través de los diversos personajes que le rodean: su ayudante, el amigo, la hermana de este, el comerciante y Gulabi, la sirvienta. Todos contribuyen a construir un personaje al que se sigue con interés en los giros del guión a pesar de las dos horas y media que dura el film. Pero es Ray quien vuelve a llevarse los mayores elogios con su deslumbrante trabajo tras la cámara, yendo mas allá de la simple narración eficaz, utilizando los objetos para componer el plano, como el magnífico inicio con el rostro del protagonista parcialmente reflejado en un espejo roto o el aislamiento de este en ciertos planos con lámparas, o simplemente con el valor simbólico que adquieren algunos de ellos como el mechero, el coche, la roca o la lata de ghee. La puesta en escena es impecable, al igual que las interpretaciones de todos los actores, con mención especial para su habitual Sumitra Chatterji y Waheeda Rehman en el papel de Gulabi. Y como colofón, Ray firma una magnífica (en ocasiones bellísima) banda sonora de notable interés dramático, que redondea un film que no necesita ser una de sus mejores obras para ser una gran película que maravilla desde el primer minuto.