Sautet se posiciona como hábil director de género con esta película, alejado eso sí de la magistral y personalísima vuelta de tuerca al cine negro que realizó en su anterior película, A todo riesgo. Todo es más convencional en esta ocasión, que fusiona cine negro y aventuras con solvencia, llevando bien la sencilla trama aunque abandonando algo a sus personajes, lo que sorprende viendo su obra posterior. Ese es el principal defecto de una película que por lo demás funciona bien y destaca por una capacidad muy física de narrar la historia, casi prescindiendo de diálogos, valiéndose de elementos exclusivamente visuales, el montaje y el peso de dos actores como Lino Ventura y Leo Gordon que son pura presencia física. Esta capacidad de Sautet, puro cine en definitiva, alcanza sus mejores cotas en los magníficos 35 minutos finales, en los que prácticamente desaparecen los diálogos pero no la capacidad de captar nuestra atención y generar suspense. Lo que viene antes no está mal, pero tal vez las carencias del guion se aprecian más, algo que desaparece en el brillante tramo final. Aun así, poco hay en esta película del Sautet que solo cinco años después inició con Las cosas de la vida (1970) una de las obras más fascinantes que ha dejado el cine francés. No están esos sutiles retratos de personajes ni la delicadeza escondida entre historias cotidianas incluso bajo géneros como el polar (cine negro francés). No es un impedimento para disfrutar de este buen entretenimiento pero desde luego el Sautet que me fascina y emociona aquí no está.