Recomiendo esta película a todos los que estéis cansados de psicópatas, cuellos cortados, terrores de ultratumba o galácticos, mentes perversas, acciones trepidantes, explosiones visuales y auditivas, o guiones muy enrevesados.

Es un cuento musical. Te sumerjes en el mundo de las músicas (varias) que nos rodean y te dejas encantar por un cuento sencillo, pero tierno; humano. Sin grandes pretensiones. Solo se trata de pasar un buen rato, alguna lagrimita de emoción (que no de tristeza) y con la seguridad de que lo visto y oído no impedirá tus dulces sueños (al menos así os lo deseo yo).

Ahora bien, la dimensión musical de la película me ha embargado desde las primeras escenas. Música como escudo de defensa, como impulso vital, como medio de comunicación con tus semejantes, como sistema de búsqueda, como soporte a la esperanza. Y la música desde todos los ámbitos: no solo desde los instrumentos musicales, sino desde el roce del viento en la hierba; las gotas de agua sobre los cristales; coches circulando; metales chocando... Todo nos invita a rescatar nuestro sentido auditivo de lo convenional, para concentrar nuestra atención a los múltiples matices de sonido que nos llegan y que también nos pueden traer belleza. La banda sonora me parece impecable. ¡Qué pena no haberla podido recibir en una buen sala de cine con los medios actuales!.

Aunque la traten de boba y empalagosa, creo que tenéis poco que perder y mucho que disfrutar, juzgando por vosotros mismos, sin prejuicios.