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España España · Alicante
Voto de Ginsberg:
3
Drama Nana (Anna Karina) es una joven veinteañera de provincias que abandona a su marido y a su hijo para intentar iniciar una carrera como actriz en París. Sin dinero, para financiar su nueva vida comienza a trabajar en una tienda de discos en la que no gana mucho dinero. Al no poder pagar el alquiler, su casera la echa de casa, motivo por el que Nana decide ejercer la prostitución. (FILMAFFINITY)
12 de mayo de 2010
32 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe en esta película un personaje femenino principal, el interpretado por Anna Karina, sin embargo la sensación que deja el visionado no es la de haber asistido al periplo de su protagonista, sino al discurso de su director, puesto que en esta obra Godard se siente particularmente locuaz. Me explico: El director explota las capacidades del film para expresar sus propias inquietudes y reflexiones estilísticas, en detrimento de la fluida exposición de una historia narrativamente tradicional.

En esencia el relato de la protagonista es bochornosamente pobre. Reducido a sus situaciones se convierte en una mera anécdota que difícilmente puede hacer sentir algo al público. Un aséptico resumen sería: Una chica en Paris pasa dificultades. Tiene sueños y esperanzas de futuro, pero el avance imparable de la realidad la está asfixiando. Conoce a un proxeneta y prueba suerte en el mundo de la prostitución. Su vida es solitaria y totalmente aislada. La chica trata de cambiar de vida pero el destino se lo impide y muere.

Esta historia, pasada por el filtro de la industria de Hollywood, o en manos de un guionista ambicioso, habría contado con muchos más giros efectistas, más personajes, y probablemente un final no tan trillado y más espectacular. Pero, a mi parecer, la intención de Godard no era la de contarnos una buena historia, como hizo en “Al final de la escapada”, sino la de utilizar su film como medio para comunicarse directamente con el espectador.

Convencido, personalmente, de que Godard es un realizador petulante, no puedo evitar pensar que esas escenas carentes de ritmo, aderezadas por conversaciones vacuas, no son más que el airado alegato de un intelectual contra las convenciones del cine de Hollywood y del cine tradicional en general.

Juzgar hasta qué punto esta transgresión es pertinente no es fácil. Sin lugar a dudas Godard auspició una pequeña revolución en las reglas del cine, y su contribución al cine de nuestros días, narrativamente menos encorsetado que el de hace unas décadas, es indiscutible. Pero pienso que este tipo de nuevas ideas se podían haber expresado de una manera menos agresiva. No estoy diciendo, por supuesto, que esta fuera la única película de la que Godard se sirviera para librar su lucha contra las convenciones, pero ésta en concreto creo que podría haber sido mucho más brillante si se hubiera mimado más la historia, y se hubiera pensado más en el público.

Como una radiografía del alma del realizador, esta película nos muestra una faceta especialmente egocéntrica de Godard.
Ginsberg
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