En un momento en el que cualquier punto de vista en una comedia romántica está explorado, viene muy bien que alguna película intente innovar con un desarrollo entretenido y original, en el que los personajes están atrapados en un lugar cerrado pero al mismo tiempo totalmente libres para narrar sus historias pasadas.

La historia no tiene demasiado gancho en un primer momento, aunque desde el comienzo tiene ese aire francés con mucha luminosidad y una canción alegre con la pizpireta Sagnier y sus colores llenos de vida. Esa expareja que se encuentra en el avión no tiene más remedio que hablar durante seis horas, y en ese tiempo Castagnetti se las arregla para construir una narración pocas veces vista con cada parte contando su relación con lo que más le conviene y lo que más le disgusta del otro. Nada diferente en el contenido pero atractivo en su continente.

Sin duda la pareja protagonista debe tener mucha importancia en esta historia en la que son casi la totalidad de los personajes a pesar de que la pequeña cantidad de secundarios es suficiente para aportar a la historia contrapuntos y opiniones que descargan a la pareja de algo de peso a la vez que tienen personalidad propia y hacen avanzar el argumento. Sagnier y Bedos tienen química y su relación es creíble gracias a la versatilidad de sus interpretaciones. Ambos suman bastante a una historia que sin ellos sería más plana y aburrida.

Con un final previsto y no por ello carente de alguna sorpresa en el modo de resolverse, “El amor está en el aire” trae un aire fresco que aporta un nuevo sentido a la comedia romántica europea, que constantemente se mira en su homóloga estadounidense y comienza a darse cuenta de que hay vida más allá de la típica rom-com mil veces vista y resuelta de la misma manera.