La directora andaluza huye de todos los convencionalismos frecuentes del genero y utiliza formas y métodos más consustanciales y propios del documental experimental. La poesía, tanto visual como textual, es una extraordinaria compañera de viaje para el intimista propósito que Pilar Monsell nos plantea: el reencuentro con el paraíso perdido, la dolorosa confirmación del fracaso de un hombre, herido de romanticismo, en la búsqueda del amor platónico. En las conversaciones con su hija, se advierte en las palabras del padre, un poso resignado de dolor.

El plano secuencia con el que arranca el documental es una auténtica maravilla: el mediterráneo lo ocupa todo, la visibilidad es tan difusa que la línea del horizonte es más bien imaginada. Escuchamos la voz de Pilar Monsell pidiéndole a su padre que le cuente el último sueño que tuvo: Barcelona ha sido desolada por la guerra. Mientras tanto vemos una piragua que avanza lentamente impulsada por la única fuerza de un remero. Manuel Monsell deambula por la ciudad entre los escombros del bombardeo: “¿ibas a buscarme? –pregunta Pilar”-. En ese momento la piragua se detiene y recoge del mar a alguien que permanece flotando sobre las aguas: -“claro que iba a buscarte, pero no tenía puntos de referencia ni nada, aquello no era Barcelona, era cualquier ciudad destruida por la guerra”-.

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