Ante la esperada suscripción de Disney plus, me dispuse a ver Stargirl solo sabiendo tres o cuatro comentarios positivos sobre ella pero desconociendo todo el argumento. Ni siquiera conocía a los actores (excepto a Esposito) y el equipo que hay detrás (ahora me entero que la escribe uno de los productores de La La Land y la produce Catherine Hardwicke).
Ahora entro en la cinta y con recuerdos al cine Disney actual romántico empiezo a ver matices que no tienen otras películas con capas más profundas de las que creemos. No solo habla de la crisis de identidad adolescente, el significado del éxito y el proceso de madurez y en todo ámbito. La cinta crea una atmósfera de estilo propio con un halo de misterio y curiosidad que aparece cada vez que entra VanderWaal en pantalla y no solo por su belleza y agradable voz sino por su estilo único al vestir, por su delicadeza y sensibilidad tocando el ukelele y generando una bondad y bienestar alrededor de quienes la rodean. Quizás la cinta roce la fantasía y la relación romántica no sea lo más creíble pero la película alcanza cotas estupendas del cine adolescente en la línea del cine indie pero con una enorme puesta en escena y un rollo feel good tan necesario como reflexivo con diálogos para el recuerdo bien elaborados. No tiene el azúcar que suele contener este tipo de films aunque el corazón y la ternura aporten ese punto emocional que la hace especial.
Aún con sus tópicos y su carencia de originalidad, resulta una película entrañable y sensible que conmoverá a muchos tanto por su dulce música como por el riesgo que toma en el clímax. Una cinta preciosa e infravalorada por el público que merece mayor atención para ver todas las familias de todas las edades. Una de las gratas sorpresas de este año que el mundo necesita no solo el del cine sino las propias personas.