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Finlandia Finlandia · Alicante/Alacant
Voto de Kosti:
7
Drama. Comedia Los Kadam, una familia india con Papa (Om Puri) a la cabeza, se traslada al sur de Francia. Allí deciden abrir un restaurante enfrente de un lujoso restaurante francés de alta cocina con una estrella Michelín, regentado por la odiosa Madame Mallory (Helen Mirren). (FILMAFFINITY)
18 de octubre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta agradable poder entrar en una sala de cine y disfrutar de una película con varios sentidos de una misma vez. Ya sé que es difícil percibir olores o sabores en este arte, pero si usamos bien la imaginación, llegan solos. Esta es la sensación que tiene uno al salir de ‘Un viaje de diez metros’ (Lasse Hallström, 2014), el último “atrevimiento” culinario del sueco más romántico que ha dado su patria. Una historia de fusiones donde el cine se mezcla con la comida, y en la que dos culturas tan diferentes como la india y la gala se dan la mano para deleite de nuestro paladar y vista. Arrancamos con la llegada de una familia india a Europa en busca de un sitio donde desarrollar su actividad hostelera y ofrecer los ricos contrastes y sabores de la cocina india. Así llegan a Saint Antonin, un pequeño pueblo francés con grandes tradiciones gastronómicas, y es que poseen uno de los mejores restaurantes de la región, galardonado con una estrella Michelín. Justo enfrente, a escasos diez metros, se instalará la familia de Hassan (Manish Dayal), donde inaugurará la “Maison Mumbay“. La guerra abierta entre ambos restaurantes no tardará en estallar, y es que Madame Mallory (Helen Mirren) no dejará que el olor a curry invada su prestigioso Château. La mayor sorpresa llega cuando te enteras que entre los productores se encuentran Steven Spielberg y Oprah Winfrey.

Siempre da gusto regocijarse con las historias sencillas y cercanas de Lasse Hallström: la suave dulzura de ‘Chocolat’ (2000); la triste melancolía de ‘Las normas de la casa de la sidra’ (1999); o incluso su tímida incursión a la potencia del thriller en ‘El hipnotista’ (2012). En ‘Un viaje de diez metros’ volvemos a encontrar esa sencillez que tanto representa a su director, una sencillez que se mueve entre fogones y con menos romanticismo del que nos tiene acostumbrados. Podríamos decir que Hallström, basándose en la novela de Richard C. Morais de homónimo título y bajo guión de Steven Knight (director y guionista de ‘Locke’), ha divido la trama en 3 partes: el viaje, la guerra y la Innovación.

“El Viaje“. He aquí donde arranca la historia. De un plumazo, Hallström se ventila el pasado de sus “héroes” y los introduce en un ambiente hostil, una tierra que desconocen y que tienen que descubrir a base de golpes de suerte y con ayuda del destino. He aquí que nos encontramos con el gancho de la película, con la parte en que nos preguntamos qué rumbo tomará la trama y si nos deparará sorpresas o será todo un producto previsible más. Por suerte (o por desgracia, no lo sé todavía), nos toparemos con ambas opciones. Si hay algo que destacar en este primer tramo es su bella fotografía llena de brillantes colores y de estupendos contrastes de luces y sombras que acompañarán a los protagonistas en todo momento. No tardamos demasiado en pasar a “la Guerra“. Es en este momento cuando la película alcanza su mayor cota de interés, donde la comicidad da paso un fluir de la trama más liviano y agradecido. Ambos restaurantes, frente a frente, pelearán por convertirse en la única opción de los habitantes de Saint Antonin a la hora de degustar una buena cena. Ahí Helen Mirren hace de anfitriona a las mil maravillas, dando un toque de elegancia al aspecto interpretativo. No sabemos muy bien qué le ha pasado a su rostro, pero sospechamos que la edad ya le está pasando una factura muy cara, y la vanidad viene haciendo el resto. Pero como no vive de su rostro, sino de sus capacidades actorales, estamos más que satisfechos. El peor error de todos es tener que llegar a la parte en que se desarrolla “la Innovación“, todo un despropósito que lastra bastante la película, con tropezones de una historia que poco interesa, aunque donde realiza una de las escenas más entrañables de toda la película y que es, realmente, lo único que merece la pena de toda esta tercera parte. Lo salva, aunque a regañadientes, un final un tanto edulcorado, pero que harán las delicias de ese público entusiasta, optimista y eternamente fiel al cine de Lasse Hallström.

‘Un viaje de diez metros’ se permite además, y me sirve así de epílogo, introducir pequeñas pinceladas de genialidad narrativa como es la pequeña incursión político-social a media película, de la que no sale mal parada, más si tenemos en cuenta la situación política que se está viviendo últimamente en Francia. Goza de unos fantásticos planos que van más allá del “Primer plano”en los que no nos aproxima a la comida, a los alimentos, a su textura, a su color, sino que nos mete de lleno en ellos, nos hace formar parte de la receta sólo con la vista, como si fuéramos un ingrediente más, y por eso no cuesta tanto imaginarse el sabor y el olor que inundan la escena. Y para terminar, una recomendación: vayan bien comidos, porque como el hambre apriete durante su visionado, será peor que una tortura. Bon appetit (Lisa Simpson dixit).

Para, y me repito, fieles incondicionales del cine de Lasse Hallström, cocinillas de vista y seguidores de programas culinarios.
Lo mejor: Su cálida sencillez, Helen Mirren y los planos gastronómicos que abren el apetito.
Lo peor: La lastrada última parte que hunde (aunque poco) su placentera trama.
Kosti
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