Si Mario Handler mantiene una coherencia única es la constancia de su pensamiento y su inquebrantable lucha por los laburantes y los desposeídos. Seguramente esta cuestión estará fuera de moda y a muchos les hará fruncir el seño apenas plantearse la posibilidad de ver este documental.

Pues cada quien es dueño de perderse cosas únicas. Esta película es una perlita imprescindible y es la mejor que ha hecho este gran documentalista uruguayo.. Pero no por cuestiones ideológicas (seguramente si Mario estuviera leyendo estas líneas se agarraría una calentura digna de sus habituales berrinches contra el pensamiento burgués), o mejor dicho no solamente por eso sino porque desde el punto de vista cinematográfico es un material excepcional.

La cotidianeidad de los obreros que no solamente producen la plusvalía para el bolsillo de las patronales, sino que también fornican, bailan, se contradicen, tienen cosas solidarias y cosas jodidas, pelean muchas veces y otras tantas bajan los brazos. La clase obrera también es humana e imperfecta.

No es nada explícito y mucho menos panfletario, pero este notable documentalista expone una tesis marxista acerca de la clase obrera, sin aspavientos y que pasa casi en forma inadvertida. Utiliza algo muy poco común en él un despliegue técnico, especialmente en la fotografía, realmente bello y excepcional. Pero además introduce y mezcla material de archivo (de sus propias realizaciones primitivas, urgentes y de combate) en una forma que hace fluir este film con gran eficacia, certeza y, aunque parezca imposible, con muchísimo entretenimiento.

Columnas quebradas hacen referencia a la columna vertebral sometida a un esfuerzo físico extremo. En mi modesta opinión esta es una película imprescindible para cualquiera que se sensibilice por el prójimo, esté a la izquierda o bien a la derecha. Qué poco importa el rango mental que cada uno ocupe si al fin de cuentas todos somos trabajadores, bueno casi todos.