Muchos consideran que las primeras obras cinematográficas hasta la aparición de George Melies sólo son testimonios del nacimiento de un nuevo medio de expresión sin mucho valor más allá de este hecho o el de documento histórico. Sin embargo, en el mismo año que los hermanos Lumière presentaron su primera grabación ya se realizaron pequeños cortometrajes de ficción como el que aquí se critica que incluían una buena ambientación y efectos especiales convincentes.

Los Lumière dieron el pistoletazo de salida, pero casi de inmediato surgieron autores compitiendo por el más difícil todavía, lo cual explica que en tan poquísimo tiempo el cine se convirtiera en la principal industria de entretenimiento expoleándolo a que adquiriese prácticamente su plenitud artística en poco más de dos décadas.

Esta cortísima película retrata convincentemente un suceso histórico mediante vestuario y un atrezzo excelentes (¿Alguien nota algún defecto a este nivel?) y un simple, pero efectivo truco cinematográfico. Poco después (apenas un año), Méliès tomó buena nota y utilizando los mismos elementos y algunas cosas más y sobre todo haciendo gala de una portentosa imaginación y un fantástico sentido del humor, logró eclipsar a todos sus compañeros de ¿profesión? a los cuales he querido rendir homenaje con esta crítica.