Por años se esperó el regreso del Rey Midas de las telenovelas: Fernando Gaitán. El genio tras la exitosa “Yo soy Betty, la fea” y la infaltable “Café con Aroma de Mujer” (probablemente está última la mejor telenovela jamás realizada), tras años de receso, retorno con “Hasta que la plata nos separe”.

Esta última mucho más parecida a “Yo soy Betty, la fea” que a “Café con Aroma de Mujer”, cargada de comedia (incluso mucho más que “Betty”) se aleja completamente del drama clásico de “Café”. En “Hasta que la plata nos separe” hasta los dramas son cómicos, es ante todo una comedia, que toma el melodrama clásico de las telenovelas (el pobre enamorado del rico en un amor lleno de obstáculos y malos entendidos), pero lleno de personajes y situaciones cómicas.

La historia central se complementa de historias secundarias de los personajes que trabajan en “Colombia Autos”, que van haciendo un entretenido juego para el espectador. La telenovela aporta con interesantes diálogos y personajes, destacan el personaje de la Pajarita, la Generala y Rosaura. Los actores centrales tienen altos y bajos, en especial Víctor Hugo Cabrera, a quien le resulta mucho mejor el papel del afligido pobretón, que el del exitoso vendedor (poca credibilidad en ese rol).

Sin duda la principal gracia de la telenovela es el juego entre los distintos vendedores, las dinámicas de la relación laboral entre ellos, siendo sin duda el mayor acierto de la telenovela.

Un merito indiscutido de Fernando Gaitan es esa habilidad para hacer creíble lo increíble. Parece imposible que uno termine tomándose en serio la posibilidad de que una victima de un accidente contrate laboralmente al victimario para ayudarlo a costear los problemas derivados del incidente. En el fondo es una vuelta de tuercas a un modelo clásico de argumentos en las novelas (el accidente como punto de encuentro de dos futuros enamorados), pero tratado de una forma muy original. Original, sin dudas, pero poco realista. Pero aún así, Gaitan tiene la habilidad de que esa historia absurda, se cuenta de forma tal que uno se la va tomando en serio como una posibilidad. Sin duda un talento único para ir hilando las acciones de forma tal que vayan tomando consistencia pese a lo inconsistente que pueden ser vistos desde afuera.

“Hasta que la plata nos separe” no alcanza el nivel de tensión de “Yo soy Betty, la fea”, menos la genialidad de “Café con Aroma de Mujer”, pero sin duda es una novela que entretiene.