Trataré de hacer la crítica más objetiva posible con “El Internado”. Objetiva porque debo confesar que pese a no ser una gran serie (en términos estrictos tiene muchas falencias, tiene elementos un poco infantiles y artísticamente deja harto que desear), a mí me entretuvo mucho y le “agarre cariño”.

Dentro de la objetividad también trataré de no centrarme en elementos meramente formales, sin dejarlos completamente de lado, si bien no se trata de pasar por alto sus ripios técnicos y artísticos, tampoco se trata de mirar “El Internado” como si fuese “Fanny and Alexander” de Bergman, sino mirarlo desde la óptica de una serie de entretención masiva.

Como primera evaluación la serie cumple con creces, porque cumple satisfactoriamente su primer objetivo: entretener y cautivar audiencias. Es una serie que incluso en algún momento se vuelve adictiva, sobre todo, entre la primera y la tercera temporada. Sin grandes elaboraciones intelectuales, ni artísticas, simplemente con una idea entretenida la serie logra atrapar. “El Internado” está basada principalmente en una idea central que, sin ser brillante o muy novedosa, reúne todos los elementos para ser realmente entretenida: un internado aislado -situado en mitad de la nada-, rodeado de un bosque misterioso, logrando generar la sensación de encierro (para que se den las dinámicas de grupo) y misterio. Excelentes elementos para una serie de suspenso y misterio, además muy bien logrados.

Como segunda evaluación general, debemos decir que la serie va de más a menos, las primeras temporadas están mucho mejor logradas que las últimas. Parte de la tensión y la magia se va perdiendo, parte importante de este efecto es a causa que las primeras dos temporadas todo es misterio, no entendemos bien que está sucediendo, no tenemos identificados a ni uno de “los malos” (recién en las temporadas venideras empiezan a develar sus rostros), es enigmático -eso está muy bien logrado- lo que resulta muy atractivo. Luego, en las temporadas venideras, el misterio se va perdiendo. Los malos empiezan a aparecer y develarse rápidamente, llegan muchos malos –excesivos-, algunos ya no tan creíbles y el misterio de que estaba pasando en el Internado Laguna Negra ya empieza a ser evidente, quizás demasiado evidente, demasiado exacerbado, todo excesivo; en pocas palabras la serie pierde el encanto de lo enigmático. Y además la serie se empieza a alargar demasiado –producto de la popularidad, esa popularidad fue su perdición- prolongándose mucho más de lo recomendable. Las tramas y subtramas se empiezan a multiplicar, demasiados giros y quiebres de guion, sobrecarga de secretos por parte de los personajes y aparecen los temas sobrenaturales, que la verdad poco aportan. La calidad de las temporadas va disminuyendo y parte de la magia se va. Paula y Evelyn pasan de ser muy entretenidas y tiernas a ser muy cargantes y reiterativas. Las incógnitas desaparecen, ya todo se sabe, sólo queda esperar que se resuelva y la espera resulta demasiado larga.

Como tercera evaluación general, la historia tiene miles de deficiencias, cosas simplemente mal elaboradas (en el spoiler mencionaré algunas de las deficiencias), cosas que si uno se detiene no tienen sentido y podrías hacer criticas completamente validas a la racionalidad de ciertos elementos. Pero, pese a lo anterior, la serie tiene la gracia que mete tanto –al espectador-, que no te hace sentido –como espectador- cuestionarte esas cosas, simplemente le sigues el juego. ¿Por qué? porque está bien lograda y no vale la pena meterse a esos análisis –racionales y analíticos-, el espectador está atrapado.

Después de más de 70 capítulos, todos ellos de larga duración, es imposible no agarrarles cariño a algunos de los personajes, cada cual tendrá su favorito: Jacinta (Amparo Baró), Héctor (Luis Merlo), Elsa (Natalia Millán), María (Marta Torné), Marcos (Martiño Rivas), Paula (Carlota García), Carolina (Ana de Armas, sin destacar funciona como la lolita de turno), Victoria (Elena Furiase), Evelyn, Iván o Julia. La verdad yo no me fanatizo con ni uno y si tengo que escoger me quedo con: (1) Paula (pero la Paula de los primeros capítulos, la más infantil, la de los “coeficientes” -al parecer los “coeficientes” los perdió en algún lado porque desde la tercera temporada se pone a hacer puras burradas-, (2) Julia (también la Julia del comienzo, la de la segunda temporada –cuando ingresa- la irreverente, la contestataria) y (3) Fermín, el héroe.

Debo decir, que es impresionante como le peso a la serie el crecimiento en edad real de Carlota García (Paula) y Denisse Peña (Evelyn), los cuatro años reales que pasaron de grabaciones se fueron notando en estas niñas, pasando de pequeñas y adorables niñas, a niñas cuasi adolecentes intolerables. La actuación de Carlota García es memorable.

Fallos más, fallos menos, imperfecciones más, imperfecciones menos, me declaro un viudo de “El Internado”, me dio pena cuando terminó, pese a que se alargo en exceso, quería continuar sabiendo de ellos. Pese a que objetivamente no sea una joya, me atrapo, me atrapo su enigma y misterio, sobretodo de las primeras temporadas. Una cuidada producción y una original mezcolanza de géneros, a veces parece una serie y otras una telenovela, y la verdad tiene un poco de ambos, no faltan las cuotas de humor, hay intrigas y dramas.

Yo creo que la clave para ver “El Internado” es dejarse llevar, ser un niño y no cuestionárselo desde una perspectiva adulta, de esta forma te va a atrapar y sacará el niño que llevas dentro y te divertirás.