Uwe Boll pone punto final al grandioso personaje de Bill Williamson, y lo hace con el toque épico que merecía uno de los mejores personajes recientes del cine (para mí, claro) y que merecería mayor reconocimiento en el mundo cinéfilo, del que tiene. Es de suponer que el hecho de que el director sea Uwe Boll, con una filmografía muy mediocre, de la que sólo se salva esta saga, hace que mucha gente no se decida a sumergirse en el mundo violento de "Rampage" De nuevo Boll hurga en la llaga de los males de la sociedad actual: globalización, desigualdad y lobotomización de la sociedad a través de los medios de comunicación.

La película continua los acontecimientos de la segunda, pero si no viste aquella, no importa, porque mediante flas-backs, nos recuerda los acontecimientos de las anteriores, necesarios para entender la evolución del personaje. Después de cargarse al presidente, Williamson está en un bosque acorralado por el FBI, pero está dispuesto a morir matando.

Por supuesto, nuestro psicópata filósofo nos deja de nuevo sus perlas en forma de reflexión. Yo he querido destacar algunas:

Los Estados Unidos se creen el mejor país del mundo. No lo son.
Todas esas películas de superhéroes, todos esos cantantes pop son sólo métodos de propaganda, todos esos directores y actores viven en mansiones y ya no recuerdan lo que es ser humanos, son hologramas que tú adoras.

Sobre el final... es sencillamente espectacular.