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Voto de Señor Ambiguo:
1
Terror Ellen Brody aún vive en el pueblo isleño de Amity, pero sus hijos Sean y Michael ya no trabajan en el Sea World, y su marido hace tiempo que murió de un ataque al corazón provocado por su miedo a los escualos. Sean, que es policía, una noche de Navidad tiene que acudir a una llamada para desenredar un tronco de una boya y es devorado por un gran tiburón blanco. Su madre piensa que se trata de una venganza contra su familia, por lo que ... [+]
26 de octubre de 2011
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Repasando mis votaciones por esta web, cosa que hago a menudo ya que llevo una vida muy ocupada, me topé con este glorioso 1 de la cuarta entrega de una saga que, curiosamente, comenzó con un 10 bajo mi perspectiva. Y es que la segunda parte es más que digna, la tercera puede llegar a tener momentos entretenidos, pero este despropósito no hay por donde cogerlo. Me he prometido a mí mismo no extenderme mucho pues ni siquiera me divierte escribir eso. No, no es cosa de risa, os lo prometo. Da verdadero pavor. Así pues, ahí van mis razones de tan baja nota:

- Una historia patética y aburrida hasta la médula.

- Interpretaciones sosas a matar, con una Lorraine Gary más perdida que Falete en un mar de donuts (sí, aquí me doy el placer de soltar chistes malos).

- Un montaje aún peor si cabe, con flashbacks patéticos con un Roy Scheider que se echa en falta. En paz descanse.

- Ver a Michael Caine en un papel tan humillante en uno de los peores largometrajes de la historia.

- Un tiburón más falso que la serpiente de goma de Anaconda (1997), que ya es decir. En ocasiones parece un trozo de cartón desplazándose perezosamente por la pantalla.

Pero, cuidado: hay algo bueno en esta película. Si usted sufre de fobia hacia los tiburones blancos, no lo dude: vaya a la tienda más cercana y compre el DVD para disfrutarlo cómodamente en casa. Sí, yo también padecí selacofobia (vale, aún sufro algunos síntomas) tras ver Jaws (1975). Así pues, como si un anuncio de tele-tienda se tratara, os aseguro que este largometraje me ayudó a superar dicho miedo. ¿La razón? Ahí va:

- Ver a un tiburón asomarse por el agua abriendo y cerrando la mandíbula como si estuviera comiendo nueces mientras ruge como un león. Repito: rugir. Porque hay cosas que el dinero no puede comprar (o ver). Para todo lo demás, MasterCard.
Señor Ambiguo
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