Estamos ante una película hermosa, honesta, emocionante y profunda, que bucea en los entresijos familiares hasta alcanzar honduras imperceptibles y perdurables. Y sobre todo ofrece una mirada sana y limpia sobre una de las instituciones más vilipendiadas, manipuladas, tergiversadas, arrojadizas e ideológicamente desechadas. Porque esto no es una película de tesis donde se quiere demostrar algo preconcebido (ya sea a favor o en contra, tanto da), sino que es una bella muestra y galería de personajes, hilvanados entre la cinefilia clásica y la flamante idolatría futbolera del momento.

Estamos ante unos hermosos personajes que rezuman verdad, veracidad, hondura, credibilidad y finura en sus sensaciones y sentimientos, enfrentados a situaciones en apariencia tópicas y trasnochadas, pero que en manos del primoroso guionista y director Daniel Sánchez Arévalo encuentran la forma de dar la vuelta a lo obvio y bucear en los meandros de la complejidad humana. Ya que la pregunta no es por qué hacemos lo que hacemos, sino para qué lo hacemos, qué queremos conseguir, y hallamos que hay ofrendas y señales de amor donde pareciera que hay impiedad y traición.

Es un regalo presenciar una cinta que llega con aparente sencillez hasta lo más profundo del corazón, que salta del drama a la comedia con asombrosa agilidad, que hace un uso tan fructífero y suculento de unos actores prodigiosos que configuran uno de las más notables y gozosos repartos corales del cine reciente… Se podrían encadenar más alabanzas y ditirambos – todos justos, todos insuficientes – pero ni por asomo podría reflejar el indefinible aroma de esperanza, gratitud, felicidad y comprensión que destila esta cinta, la mirada tan serena como veraz que la sustentan.

Lo mejor de la cinta es que no se puede reflejar en palabras el mágico aroma que la animan, que confieren hondura a los cinco hermanos protagonistas, que logra llevar a buen puerto una trama que pareciera abocada a desmadrarse o trivializarse a cada recodo, pero que se eleva más allá de la cortedad de miras del cine fácil y se adentra en las espesuras del CINE en estado de gracia. El amor es el único baremo de la vida y cuando hay amor, hay frutos y nos sentimos nutridos y justificados. Háganse un favor y no se pierdan este canto a la VIDA agridulce y especiada.