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Voto de antonalva:
7
Drama Isra y Cheíto son dos hermanos que han tomado caminos muy diferentes en la vida. Cuando Isra sale de la cárcel y Cheíto termina una larga misión enrolado en la Marina, ambos regresan a la Isla de San Fernando. El reencuentro de los hermanos renovará el recuerdo de la muerte violenta de su padre cuando eran niños; la necesidad de retomar sus vidas y reconciliarse con ellos mismos les unirá de nuevo. Doce años después de “La Leyenda del ... [+]
13 de diciembre de 2018
40 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
En pocas ocasiones me ha costado tanto esfuerzo contemplar una obra tan a contracorriente como ésta que, sin embargo, me estaba gustando casi desde el inicio de su proyección. La calidad cinematográfica, en mi opinión, no se puede discutir, pero no resulta fácil dejarse cautivar por una historia llena de tiempos muertos, de fracasos, de decepciones y de paradojas que, en resumen, nos permite vernos reflejados como en un espejo deformante. La tristeza que impregna sus imágenes nos empapa por completo y nos engulle como un remolino fatal que arrambla con cuanto encuentra a su paso: nuestros recuerdos, nuestros sueños, nuestras esperanzas. Cuando parece que no hay futuro, tratamos de asirnos al edén perdido – nuestra infancia o adolescencia – cuando todo parecía aún posible y al alcance de la mano. Pero cuando hemos perdido el rumbo y zozobramos, ya no queda más que esperar que alguien o algo nos salve, porque ya no tenemos fuerzas y nos anega el pesimismo.

Lo mejor es la recreación de un escenario, una atmósfera, un colorido y una textura lleno de verdad y saturado de compasión hacia todos sus personajes. En ningún momento se juzga o condena, tan sólo se nos muestra el calamitoso y anodino devenir de unos seres heridos por el azar, zarandeados por el infortunio y agobiados por la dificultad de encontrar un trabajo legal con el que salir adelante o llegar a fin de mes sin dispendios ni lujos estrambóticos. No es por falta de voluntad ni por ninguna maldición siniestra. Y eso nos lleva a otra de las virtudes que jalonan el metraje: no pretende señalar con el dedo acusador a los posibles culpables, ni aspira a conocer las respuestas ni a pontificar sobre los problemas e incógnitas de la vida. Lo que vemos es lo que hay. Por ello es importante que el espectador complete el lienzo que se despliega ante él con sus conocimientos, conjeturas y reflexiones, ensamblando así las astillas de un jeroglífico apenas esbozado.

Lo menos afortunado – siendo una elección artística y estética adoptada con tanto rigor como honestidad – sea el ritmo moroso, las repeticiones banales o los pormenores insulsos. Todo ello pone a prueba la resistencia, complicidad y atención del espectador, ya que en ningún momento se facilita la empatía ni se permite un resquicio para la sensiblería o el apego. Se adopta la fría distancia del observador impasible que ni comenta, ni embellece, ni toma partido. Aunque también se podría razonar que tanta sequedad sarmentosa sea el mayor de sus tesoros.

Contiene algunas secuencias de inesperada hondura y belleza emocional. El brillo de lo poético se abre camino entre vertederos, desguaces y penurias. Fusionar semejante alhaja de contrastes es puro cine.
antonalva
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